El Texto de Textos nos revela en Deuteronomio 6:8 “los atarás como señal sobre tu brazo, y serán un recordatorio entre tus ojos”.
Debemos buscar, en todo momento, estar más cerca del Creador. Bajo esa premisa, aquellos que hablan de la filacteria como una costumbre hebrea, conocida como tefilín (תפילין), nos indican que estos artículos no son amuletos, sino formas de cumplir con ese propósito. Sirven como recordatorios divinos de nuestra misión en la vida, la cual se manifiesta en las pequeñas envolturas o cajitas de cuero que contienen pasajes de las Escrituras, que los judíos suelen llevar en las correas que se atan alrededor del brazo izquierdo, dando siete vueltas a estas mientras atan el otro lado sobre sus cabezas.
Los apóstoles, como los primeros cristianos, solían colocarse dichos artículos de filacteria en sus brazos izquierdos, una costumbre que más adelante se perdió, dejando de usar hasta las cintas o pequeños rollos de papel con citas, leyendas o símbolos, la mayoría de ellos bíblicos. Desde esta perspectiva, quienes hablan de tefilín comprenden que allí deben estar los mitzvot o preceptos de la Torá, mandatos que nuestro Señor Jesucristo nos invitó a guardar en nuestro corazón y a predicar (lehatif – לְהַטִּיף) en nuestras relaciones cotidianas.
La tradición judía nos enseña, además, el Shemá (שְׁמַע), una proclama de la unicidad del único Creador, y el Vehaia (וְהָיָה), que expresa la promesa del Creador de recompensarnos si seguimos observando sus preceptos escritos en la Torá, en la cual también se nos advierte de las consecuencias de desobedecerle. Si atendiéramos estas recomendaciones y costumbres ancestrales, como el Kadesh (קָדֵשׁ), asumiríamos el deber de recordar siempre que ya no somos esclavos del pecado y aceptaríamos la obligación de instruir correctamente a nuestros hijos y nuevas generaciones.
Estas propuestas van más allá de los ritos, llamándonos a guardar esa hermosa simbología no solo en la cajita sobre el brazo izquierdo, sino también en el corazón, el lugar de las emociones. Este debe envolverse con esa correa de cuero alrededor de la mano izquierda y del dedo medio de dicha mano, con el tefilín, para que nuestra cabeza, que reposa sobre el cerebro y la mente, oriente su atención hacia el cielo y no hacia lo que la distrae y apasiona en la tierra. De esta manera, enfatizamos nuestras vivencias al servicio del Creador en todo lo que pensamos, sentimos y hacemos, evitando así ser cogobernados por los impulsos y deseos egoístas errados y trasgresores de nuestra razón (siba – סִבָּה).
Los creyentes estamos llamados a encontrar en todas estas tradiciones ancestrales más motivos de reflexión y oración (lehitpalel – לְהִתְפַּלֵּל), vislumbrando así la posibilidad de caminar en cada instante y lugar pensando, sintiendo, diciendo y actuando de tal forma que apliquemos el amor del Creador como fundamento de vida. De este modo, no solo bendecimos a nuestros prójimos, sino que también alabamos y agradecemos al Creador por todo lo que nos otorga a diario, manteniéndonos siempre guiados y protegidos gracias al Espíritu Santo.
El Texto de Textos nos revela en Hebreos 10:15, “Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: 16 Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, 17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones”.
Oremos para que en todo momento dirijamos nuestras bendiciones al cielo.
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- Language Español
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- Assessments Yes