¿Renacer?

El Texto de Textos nos revela en Isaías 9:5, “Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”.

Entender que Natividad en términos generales significa que la Luz del Creador renace a cada instante en nosotros no es una tarea sencilla y menos cuando nuestro concepto elemental de luz nos lleva a suponer que nuestra fuente de energía es el sol. De allí que la invitación celestial cotidiana este revestida de dicho clamor para que asumamos voluntariamente la responsabilidad de trabajar grupalmente para ser Luz y a través de ese fluir que reconocemos hoy a través del amor, podamos integrarnos al Creador gracias a ese vínculo perfecto que enmarca el camino para nuestro diario trasegar.

Proceso de iluminación que va alterando nuestra mente y luego todo nuestro ser, para que seguidamente nuestros sentimientos se armonicen también a ese fluir universal logrando que aquel diario presagio de la muerte, esa que parece nos aísla de la vida eterna, solo nos convoque a adherirnos como partículas divinas a través de cada una de nuestras interrelaciones hasta alcanzar finalmente ese objetivo trascendente de sabernos parte activa de su obra.  

Incluso los ángeles מַלְאַךְ, malak,  como mensajeros, nos recuerdan a diario todo tiene un propósito, el mismo que se nos va revelando a través de cada pensamiento, palabra y acción en pro que nos hagamos más que conscientes de todas esas inconciencias que nos sofocan, iluminando así nuestro entendimiento hasta irnos reconectando con nuestra alma y esta a su vez logre articularse al Espíritu Santo que con su Haz de Luz nos guía.

Al integrarnos a la fuente principal de Luz, nuestro Señor Jesucristo, esos entornos se convertirán en los instrumentos que con sus informaciones nos proyectarán otra realidad, una en donde se inscribe ese programa divino que debemos completar voluntariamente en pro que incluso esas emociones adversas y sus resentimientos milenarios no sigan recreando nuestros incoherentes y oscuros miedos. Y así con esos destellos poder cumplir con el plan que desde un pesebre nos reitera que estamos llamados a asemejarnos cada vez más a Él.  

Y aunque está claro que el pueblo Judío no ve en Jesucristo a ese ser iluminado que vino a transformar este mundo, también lo está que su primera venida nos dio el paréntesis a los gentiles y creyentes para que lográramos lo que por herencia les corresponde a ellos. Es tiempo de renacer, dando a luz a través de nuestras vidas a ese fluir amoroso que debe guiarnos para reintegrarnos así a la creación gracias a una fe que se convirtió en el único camino para el pueblo escogido y para nosotros de acceder a nuestra patria celestial.

El Texto de Textos nos revela en Lucas 2:10, “Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan al Creador, y decían: 14 ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”

Oremos para que a cada instante renazca en nuestro ser el amor de Jesucristo e ilumine nuestros entornos.  

Mi Cábala – 21/Jue 13 de Enero – 23 (5783)
Scroll hacia arriba