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Mi Kabbala – 16 Iyar – jueves 23 de mayo del 2024.

¿Maternidad?

El Texto de Textos nos revela en Génesis 3:20, “Y el hombre le puso por nombre Eva a su mujer, porque ella era la madre de todos los vivientes”.

Eva, Chava, חַוָּה, del verbo lichyot לחיות, significa vivir, idea central y general que representan las mujeres, quienes a partir de ella, madre de todos los vivientes, kol chai, כָּל־חָי, nos legó la importancia y trascendencia de su labor femenina dentro de la Creación, siendo por ello las únicas capacitadas para Dar a Luz. Y aunque en otras tradiciones se habla de ishah, אִשָּׁה, mujer, forma femenina del vocablo hombre, ish, אִיש, ello también se puede leer desde la raíz A.N.SH, א.נ.ש, como fragilidad o delicadeza, quizá como una instrucción de cómo el hombre debe tratar a su compañera de vida.

Incluso la palabra fuego, esh, אֵשׁ, también puede simbolizar mujer, ya que ella contiene esa chispa que puede encender una luz para que ese fluir amoroso llegue a este mundo. Y aunque hoy por hoy parece no entenderse este don divino desde dicha lógica, no por ello podemos dejar de ver en los vientres de esas mujeres un mensaje celestial a través del cual se nos lleva a ser parte de este mundo, para luego morir y salir del vientre de la tierra al de la vida eterna en donde retornaremos a nuestro estado original. 

Es entonces esa condición de madre, fundamental dentro de los propósitos divinos y quizá por ello la matriarca Raquel como otras tantas clamaban al Creador por ser madres. Cuenta la Biblia que aunque ella era amada por su esposo Jacob, era estéril y ello la hacía infeliz, hasta que llegó José a este mundo y más adelante su segundo hijo quien terminó provocándole la muerte: Ben Oni, בן אוני, hijo (ben) de mi dolor (oni). Nombre que Jacob cambió por Benjamín בנימין, hijo (ben) de la derecha (yamin) como otra forma de recordarnos el cómo desde la antigüedad, nos debemos reorientar y mirar hacia el este, a la tierra de Canaán, al Sur; hacia Jerusalén, hacia nuestro Creador.

Historia que visionada desde la lógica espiritual y de nuestro Señor Jesucristo nos demuestra que su crucifixión fue para entrar al mismo vientre de la tierra y allí colocar su luz para retornar y resucitarnos, luego que Él se sentara al lado de nuestro Padre Celestial, quien hizo además ese paréntesis entre su pueblo elegido, los hijos de Jacob, Israel y los creyentes, para que estos gentiles que procedemos de otras tierras fuéramos los escogidos por Cristo para poder como los Judíos disfrutar de esta nueva Jerusalén, יְרוּשָׁלַיִם‎, la misma que como hermanos nos lleva a que miremos hacia el Creador y nos reencontremos.

Juan Yojanan,יוֹחָנָן, como apóstol quien representa de alguna forma a Daniel del Antiguo Testamento en el Nuevo, nos recuerda que la vida, otorgada por nuestro Creador gratuitamente nos llama a deleitarnos en ella, gracias a que una mujer, nuestra madre, dio parte de ella para que de su propio ser brotará una nueva vida, la cual ella misma cuidó con cariño y con su servicio para que poco a poco nos hagamos conscientes del amor, gracias a ellas, denotándonos así que nuestro Padre Celestial, finalmente y luego de hacernos pasar por el vientre de este planeta, nos permitirá renacer como cuerpos celestiales para vivir eternamente a su lado.    

El Texto de Textos nos revela en II de Corintios 11:3, “Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas de la sencillez y pureza {de la devoción} a Cristo”.

Oremos para bendecir a diario el vientre de nuestras mujeres y madres.