Back

Mi Kabbala – 6 Jeshván, 5784 – Sábado 21 de octubre del 2023

¿Judío?

El Texto de Textos nos revela en Génesis 12:1, “Pero el Creador había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.

Se le llamó judíos a aquellos que provenían de la región de Judea, יהודה, Ieúda, tierra Santa que ocupa en parte hoy Israel y Palestina, concepto que se cree viene de la combinación de dos palabras: Yavé y odeh, alabanza o adoración, expresión que genealógicamente nos lleva a los descendientes de Judá, uno de los doce hijos de Jacob y por ende a Isaac y al mismo Abraham, padre de la Fe a la que se le entregó esta región del Sinai, lugar en donde el ángel del Creador en una zarza ardiente atrajo a Moisés para luego en ese mismo monte de Horeb entregar sus mandamientos los cuales deben iluminar nuestros pasos.

Desde entonces los herederos de Abraham y el Judaísmo se han caracterizado por esa misión consanguínea de adoptar no solo esos mandatos y esa Fe en el único Creador y Señor sino unas costumbres y tradiciones que como modus vivendi implican el ser guiados por Él y su Santo Espíritu a través de este desierto terrenal, quizá por ello la palabra Juda יהודה Yahû’dâh, nos llama a alabarle y a entregarle nuestras vidas a ese ser de Luz al que milenariamente los otros pueblos han olvidado, pero que escogió a esa tribu para mostrarnos a los demás hijos, la importancia de ser obedientes a su Palabra y voluntad.

Todos nuestros conflictos espirituales se dan fruto de ese exilio de esa nuestra tierra prometida, entregada a nuestros hermanos judíos en las Sagradas Escrituras, el mismo que nos lleva a ser idolatras y paganos al alejarnos de esa ortodoxia y apego más que a los seiscientos trece preceptos Mitzvá מצוה, mandatos, a su Palabra, la cual está en nuestro ADN, lo que hace que obviemos que estamos aquí en este plano para que nuestras almas se integren al Creador limpiando nuestra sangre pecadora que heredamos y que solo nuestro Señor Jesucristo, quien se humano, puede redimir.

De Rebeca e Isaac nacieron los mellizos Jacob יַעֲקֹב‎ y Esau, quien vendió su primogenitura por un plato de lentejas, denotandonos que tuvo su hermano que lucha luego con el mismo Creador para hacerse un pueblo: Israel y que esa prevalencia divina se mantuviera en nuestras vidas, trasmisión generacional que como modelo de vida nos propone esa visión que durante estos casi seis mil años ha mantenido a los Judios aferrados al estudio de la Torá y a nosotros como creyentes a la guía del Espíritu Santo, para que así nuestras desobediencias no sigan distanciándonos no solo de las directrices divinas, sino de la posibilidad de retornar a su lado, desaferrándonos a este paralelo temporal terrenal.

Es el amor a nuestro Creador como mandato, a nuestros próximos y a nosotros mismos quizá la más valiosa costumbre que como pueblo tenemos que alcanzar para que esas costumbres divinas legendarias y sus preceptos y mandatos, continúen guiándonos como sus letras, palabras y mensajes como comunidad iluminando nuestros entendimientos para que no perdamos de vista que la única manera de sabernos vivos y completos es siendo guiados por nuestro Creador y esa Fe que nos legó Abraham אַבְרָהָם, padre, pueblo.

El Texto de Textos nos revela en Juan 4:21, “Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren”.

Oremos para que aprendamos más del pueblo Judío.