¿Sepulcros?
El Texto de Textos nos revela en Génesis 5:5, “Y fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió”.
Desde la caída de nuestro padre Adán, como ser de carne y hueso, se nos invita a que nos desarrollemos como seres humanos, hijos del Creador, lo que quiere decir que como descendientes de esta pareja tendremos un proceso de crecimiento integral que para este mundo finiquita con nuestra muerte en donde dejaremos este cuerpo una vez nos vamos haciendo consientes de nuestras inconciencias, por lo cual luego seremos juzgados con el fin de volver o no voluntariamente a nuestro estadio original, dependiendo más que de cada uno de nuestra fe en Jesucristo, nuestro salvador y redentor.
Lo que se traduce en que no estamos aquí para ser servidos sino para servir, siguiendo ese ejemplo supremo de Jesucristo que dio su vida por nuestro rescate, segundo Adam, Ben Adam, בן אדם, que significa Hijo de Adán, que denota más que nuestra mortalidad nuestra necesidad de trascendencia, esa que implica que dicha transición del cuerpo a la reconexión de nuestra alma con el Espíritu del Creador, no sea inmediata sino un proceso al que debemos someternos conscientemente antes de abandonar este plano alejándonos de esta dimensión ilusoria hacia nuestra verdadera esencia.
Y aunque todos terminaremos algún día metidos en un sepulcro, la misma Biblia nos recuerda que como nuestros patriarcas al quedar enterrados seremos llamados a la resureccion, es por ello que Abraham compró una cueva cerca de la ciudad de Hebrón como parcela de entierro familiar, Cueva de Majpela, מכפלה, de la raíz hebrea כפל, que significa doble, en donde además se asegura fueron enterrados Adán y Eva y otros seis patriarcas y matriarcas, Isaac junto a Rebeca y Jacobo junto a Lea, siendo así el concepto primordial el de entender que los muertos nos integraremos a la Creación en la resurrección.
Quiriat-arba, la ciudad de los cuatro es uno de los títulos de Hebrón y su cueva es quizá la primera propiedad legalmente adquirida por un israelita en tierras de Canaán pero curiosamente no para ser disfrutada en vida sino tras la muerte, proceso que para los creyentes implica entender que allí esperaremos nuestra resurrección como nos lo prometió Jesucristo, segundo Adán, con lo cual se nos dice que nada en este mundo es al azar y que el Creador sigue guiándonos pese a nuestras visiones mundanas y hasta sangrientas al respecto de nuestras relaciones para que volvamos a Su lado.
Así que más que comprar sepulcros estamos llamados en vida como seres humanos a actuar conforme a los preceptos y mandatos divinos que Jesucristo resumió con un mensaje de amor a través del cual nos integramos y hermanamos en este lugar común, la tierra, a la cual devolveremos nuestro cuerpo como templo y la que nos separara de nuestra alma para que finalmente ella vuelva al polvo, ese del cual fuimos tomados para un primer nacimiento y poder luego si renacer luego de este proceso de crecimiento y de vida.
El Texto de Textos nos revela en Hechos 7:15, “Así descendió Jacob a Egipto, donde murió él, y también nuestros padres; 16 los cuales fueron trasladados a Siquem, y puestos en el sepulcro que a precio de dinero compró Abraham de los hijos de Hamor en Siquem”.
Oremos para que ese sepulcro temporal sea el paso de retorno a nuestra patria Celestial.