¿Caímos?
El Texto de Textos nos revela en Números 13:33, “También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos”.
Varios versículos de la Biblia nos reiteran que caímos y que al igual que nosotros también lo hicieron algunos ángeles, los nefilim o nephilim, נְּפִלִים, plural que viene de nafál: caer y desde ese concepto algunos traductores aseguran que aquellos gigantes o titanes que habitaron la tierra de Canaán en tiempos de Enoc, quien también es considerado por algunos un ángel encarnado, son simplemente advertencias para entender como creyentes lo que ocasiono esa desviación que redunda en el diluvio universal, producto de no seguir los mandatos y preceptos del Creador e intentar incluso ser más que Él.
Rebeldía que hoy se califica como demoniaca y que hace que la maldad en este mundo aflore y que vaguemos por este plano sin un verdadero sentido, ya que obviamos la importancia de ser guiados por el único al que le debemos entregar nuestra voluntad. Y en medio de dicha oscuridad, nacen desafortunadamente más confusiones para quienes aman las especulaciones, como es el caso de algunos ufólogos que relacionan estos textos con visitas de extraterrestres y le dan al término Nephila de los arameos, una relación con la constelación de Orión de donde supondrían llegaron estos seres.
Interpretaciones amañadas que nos reiteran que todo sigue siendo producto de nuestra desobediencia y aunque seguimos afortunadamente siendo hijos del Creador, Bnei HaElohim, בני האלוהים, nombre bíblico que también tienen los ángeles, ello no es para siempre, como nos lo demuestran aquellos textos que hablan de esos ángeles que se rebelaron en contra del Señor y que llegaron a la Tierra y hasta tomaron mujeres humanas como esposas para tener relaciones ilícitas con ellas, lo que generó que esa unión impía se nos legara igual a nosotros que como esos Nefilim: gigantes, hombres con capacidades y fortalezas sobrehumanas, fuimos separados y llevados a estos territorios agrestes.
Aceptando o no este tipo de interpretaciones lo cierto es que nuestro mundo está plagado de seres que quieren aun disfrazarse de ángeles, pero que en su interior están llenos de corrupción, de bajos deseos, de violencia y de toda una serie de propuestas producto de una desobediencia que ha inundado históricamente la tierra y que pese al diluvio universal continua grabándose hasta en nuestro ADN. Historia que estamos llamados a desprogramar de nuestras coexistencias a través del amor del que Él nos habló.
Nos debe entonces quedar claro como creyentes la necesidad de ser guiados por el Espíritu Santo a través de la oración, ya que ella es la única forma de preservar una simiente que como la nuestra está rodeada de gigantescos actos de desobediencia, esos que nos corrompen a diario y que nos llevan a visionar la ficción como verdadero y la Palabra del Creador como ficción, por lo que es nuestro deber atender los mensajes de nuestro Texto Sagrado que en su letra más simple nos invita simplemente a amar.
El Texto de Textos nos revela en Romanos 3:21, “pero ahora, sin la mediación de la ley, se ha manifestado la justicia del Creador, de la que dan testimonio la ley y los profetas. 22 Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, 23 pues todos han pecado y están privados de la gloria del Creador”.
Oremos para que hasta los ángeles caídos cumplan el propósito de acercarnos.