Mi kabbala – Sivàn 7 – jueves 13 de junio del 2024.
¿Pámpanos?
El Texto de Textos nos revela en Ezequiel 47:12, “Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina”.
La llegada del invierno en algunos territorios trae consigo la vendimia o caída de las hojas, en el caso del sarmiento este debe ser sometido a una poda que elimina debidamente aquellos pámpanos de esta temporada y deja el árbol listo para los de la nueva cosecha. Poda que implica ante todo un crecimiento para mejorar la próxima producción de uvas, עינב, enav, lo que se logra buscando la pulpa que contiene los principales componentes del mosto lo que nos enseña a los creyentes la importancia de nuestras pruebas.
Finalizando el invierno llega el mes de Siván que tiene como símbolo a los mellizos, los cuales representan a Moisés y a Aron, que para algunos estudiosos eran como una sola persona, enseñanza que con su analogía nos denota que no es coincidencia que a través de ellos se halla recibió la Torá. Desde esa mirada se celebra en este mes la fiesta de las semanas, tiempo después del Pesaj, que no solo indica la salida de Egipto מִצְרָיִם, Mitzráyim, sino a través de la uva el retoño de nuestras vidas gracias a dejarnos guiar por el Crerador.
Y aunque son diferentes las épocas hay festividades como el Hatzeret que no solo celebran la diáspora Judía o el Katzir en donde se cortan los últimos trigos del año y se hace una ofrenda o el Bicurim, ביכורים, en donde se ofrendan los primeros frutos de las siete especies de Israel: trigo, cebada, viñas, higueras, granados, miel, y olivares, rito que nos invita en su contexto a percibirnos como viñedos, si, pámpanos, analogía que nos llama a extraer nuevas reflexiones a diario logrando así asumir cómo desde la Torá se nos dan esos mensajes cotidianos en pro de agradecer por todo y por todos a nuestro Creador.
Somos esa vid, que como arbusto está constituido por raíces, גֶּ֫שֶׁם, geshem, tronco, sarmientos, hojas, flores y fruto, lo que nos incita como ramificaciones a que dependamos plenamente del Creador, sabiendo que en Él se encuentran nuestras raíces, ya que es Él quien sustenta toda la planta dándonos el alimento y aliento para crecer, desde esa perspectiva ese proceso implica la absorción por parte de nosotros de aquellos nutrientes espirituales necesarios que retroalimentados desde el tronco que es nuestro Señor Jesucristo y la savia del Espíritu Santo, sirven no solo de vehículo de transmisión de su esencia, que es ese amor que debe circular y dar frutos en nuestras vivencias.
La palabra pámpano o sarmiento nos recuerda que estos tienen consistencia, siempre y cuando estén retroalimentándose de esa fuente de vida, incluso el termino me’il, מְעִיל, abrigo, nos llama a través de dicha analogía a vislumbrar que en cada época del año Él nos acompaña y guía, por lo que no solo debemos alabarle en nuestros veranos, sino que lo debemos hacer siempre, especialmente cuando como sarmientos suframos ese conjunto de transformaciones, que necesitamos para que su perennidad y alimento nos llene, frutos de fe, que cual reserva, nos dan de su aliento para que la poda nos haga mejores.
El Texto de Textos nos revela en Santiago 3:13, “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre”
Oremos para que nuestros frutos sean coherentes a nuestras raíces espirituales.