Mi Kabbala – Siván 8, 5783/lunes 29 de Mayo del 2023.
¿Garantía?
El Texto de Textos nos revela en Números 14:8, “Si el Creador se agrada de nosotros, nos llevará a esa tierra y nos la dará; es una tierra que mana leche y miel”.
Los seres humanos hemos consolidado un modelo económico que se traduce para algunos en proyectos de vida, que incitan regularmente a tener bienes, dinero y a legar estos a nuestras nuevas generaciones. Más allá de criticar esta costumbre lo que sí está claro es que el verdadero legado por el que deberíamos ocuparnos tiene que ver con seguir la Palabra de nuestro Creador al pie de la letra y dar esa herencia sana, fraternal, servicial y única a nuestros hijos, fruto de comprender que todo lo demás es incierto y perecedero.
Curiosamente y a pesar que el pueblo de Israel llevaba una vida miserable de esclavitud en Egipto, inicialmente los hijos de Israel eran reacios a salir de dicha tierra de esclavitud, tanto, que el mismo Moisés no se sentía el libertador de ellos, por lo cual el Creador le aseguró a este que sus intenciones eran buenas y que los retornaría a una tierra, la que le había prometido a sus patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob, como una manera de reestablecer aquel pacto con su pueblo cuya garantía tiene que ver con algo más que esa Tierra, visión para la cual les dejó unas sagradas escrituras.
Pero para comprender un poco más ese concepto se hace necesario profundizar un poco en el significado de la palabra hebrea que en español traduce posesión: morasha, la cual proviene de la raíz YRS/ירש, que significa heredar. En hebreo, esta es una palabra especial que no solo se aplica a la Tierra Prometida, sino que contrariamente también a la palabra más común: yerusha, que significa herencia. La morasha es una herencia preciosa. Sí, Morasha requiere la participación activa de cada generación para preservarla para la próxima; mientras que yerusha, es una herencia que puede gastarse con mayor facilidad.
Entender mejor todo lo que ello significa nos lleva entonces a niveles más profundos de la promesa de nuestro Padre celestial que nos induce a comprender que tenemos una herencia única que superará todas nuestras esclavitudes y sobrevivirá al mismo paso del tiempo. Tener en cuenta que cada letra y cada palabra que se encuentra en nuestras Biblias nos propone un significado único, nos lleva también a aceptar que hemos heredado su Palabra y que esta la debemos usar sabiamente para poder ser liberados y guiados, lo cual nos sirve para sabernos siempre a su lado.
En las Sagradas Escrituras se le entregó al pueblo Judío la tierra prometida de Israel y su ciudad santa Jerusalén, pero todo ello para que comprendieran ellos y nosotros como creyentes que nuestra verdadera morada no es terrenal y que estamos llamados como nos lo indicó Jacob a ascender al cielo, para lo cual necesitamos de la Fe, esa que nos dejó nuestro Señor Jesucristo gracias a salvarnos y para lo cual el Espíritu Santo funge de guía si nosotros obedecemos lo que nos dice en esas Palabras, allí plasmadas y que son nuestra verdadera y única herencia.
El Texto de Textos nos revela en Juan 14:2, “En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar”.
Oremos para que aceptemos la garantía de saber que tenemos una morada eterna celestial.