Mi Kabbala – Tamuz 1 – domingo 7 de julio del 2024.
¿Unión?
El Texto de Textos nos revela en Malaquías 2:10, “¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué nos portamos deslealmente unos contra otros, profanando el pacto de nuestros padres?”
El concepto de unidad, יָ֫חַד yachad, es quizá uno de los más complicados de llevar a cabo en nuestra vida práctica, ello, debido a que vivimos en un mundo competitivo en donde prima el egoísmo y con él una serie de intenciones, deseos, emociones, sentimientos y búsquedas que desdibujan esa visión universal de sabernos uno, partes de la Creación, integrados a ella aún que nos percibamos aparte. Desde esa mirada debemos trabajar a diario para que sea esa propuesta de amor y servicio en pro de un bienestar que es general la que cogobierne nuestras búsquedas individuales.
Perspectiva que como creyentes podemos asumir al releer el Texto de Textos encontrando en aquellas palabras como Israel, ישראל, Judá, יהודה, Jerusalén, ירושלים y Jesucristo, ישוע, que contienen la letra hebrea yod, una fusión con respecto a su significados esencial el cual desde ese signo quizá el más pequeño del alfabeto hebreo, i minúscula en español, la visión de entender nuestro honor, si el de estar cerca de Èl, ya que dicho símbolo enarbola el tetragrámaton, YHWH, יהוה, ese que como expresión nos propone el reconocer dentro cada molécula ese núcleo divino, nuestra esencia, Su amor y Luz.
Se trata de entender estos mensajes y señales para releer gracias a términos como Sion, צִיּוֹן, que contienen también las letras, tsadi y vav, esa invitación a integrarnos como una sola familia, como una sola nación, hermandad, que nos llama a la unidad a través de esta Su obra y a que como creyentes gracias a nuestro Señor Jesucristo nos sumemos a Él como nuestro Salvador, para coexistir a través de sus mandatos y preceptos como un solo pueblo, su iglesia, siendo este el principal objetivo de nuestro paso por este plano terrenal para el cual Èl nos llama a amarnos.
Por ello cuando Él orò, פָּלַל, palal, como nos lo denotan sus evangelios, pidió que fuéramos uno en Él como iglesia y por ello se identificó además como nuestro pan de vida, nuestra fuente de agua viva, guardián y dador de todo, en busca de nuestro bienestar, que es general, pretendiendo nuestra Unidad, la cual se logra solo a través del amor, de nuestro servicio fraternal, de colocar nuestros dones en pro de esa relación de familia que nos lleva a sabernos útiles a Su obra, la misma que nos obliga a dejar a un lado el egoísmo pecaminoso que por siglos nos ha distanciado hasta de nosotros mismos.
José, יוֹסֵף, como líder de esta visión unificadora familiar nos recuerda que incluso el mundo de Egipto también recibe de la misericordia divina si la acepta, para lo cual nosotros los creyentes debemos asumir a través de cada relectura de la Biblia esa misión de ser promotores del deseo superior unificador que hace que aportemos de lo mejor de nosotros para que no solo nuestras predicas sino nuestro testimonio de vida toque los corazones de aquellos que sumidos en sus egoísmos y resentimientos no logran comprender este mensaje primordial del evangelio y por el contrario, con sus diarias reacciones solo promueven la desarmonía, el caos y el que vivamos separados, obviando Su llamado.
El Texto de Textos nos revela en Mateo 18:20, “Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Oremos para permanecer unidos siendo ejemplos de amor y servicio.