Mi Kabbala – 18 Jeshván, 5784 – Jueves 2 de noviembre del 2023
¿Templos?
El Texto de Textos nos revela en Proverbios 14:30, “el corazón tranquilo da vida al cuerpo, pero la envidia corroe los huesos”.
Contamos con un cuerpo basar בָּשָׂר compuesto por billones de moléculas y células de las cuales conocemos lo básico, siendo necesario a veces atender el llamado que nos hacen algunas enfermedades para poder apreciar el verdadero valor de las funciones de estas para nuestra vida, pero sobre todo que cada partícula de energía y luz que retroalimenta nuestro ser así como las interacciones e interrelaciones que se dan en todos los niveles se retroalimentan de ese ser Superior, al cual ignoramos por enfocarnos en nuestra desinformación y engaño en vez de guiarnos por Él y su Palabra.
Ese cuerpo es entonces como templo, mikdash, o morada שכן, shaján, del Espíritu Santo, el espacio propicio para reencontrarnos con Él a través de la oración y por lo tanto con esa armonía universal que no se opone a nuestras ilusiones y expectativas disfrazadas de egoísmos y apegos, pero que si nos enfoca más allá de los objetos y situaciones cotidianas que solo tienen valor en nuestras mentes, esas que se preocupan por un futuro mercantil incierto, obviando que todo tiene sentido cuando nos reconocemos como seres eternos: hijos del Creador, quien mora en cada partícula de este universo esperando reconectemos nuestra alma a Él a través de Su obra.
Todo nos habla de Él y por ello expresiones como beth Elohim que significaba la morada del Creador, se unen a mikdash, santuario o santo kadosh קדוש, de la raíz קדש, separado, para denotarnos que ese cuerpo con el cual se nos doto, cumple con el propósito de servirnos de punto de encuentro para que nuestra alma alejada voluntariamente pueda irse haciendo consciente de tantas inconciencias de este mundo caído, acercándonos a Él al retroalimentarse de su Haz de Luz en vez de seguir engañándose al priorizar lo material bajo criterios estéticos cuando debe primar lo ético de sus preceptos y mandatos
Malaquías מַלְאָכִי como tantos otros mensajeros terrenales nos llaman a esa disciplinada e integridad que debemos alcanzar para que se nos devuelva ese sentido trascendente divino, reconociéndonos desde lo verdadero de la vida, esencia inscrita en nuestro ADN, en cada célula y partícula de nuestro ser y de la naturaleza la cual intercambia dicha información constantemente, comunicándonos con Él a través de Su obra, lo que hace que hasta nuestras vivencias nos llamen la atención constantemente a través de todo tipo de conflictos que nos recuerdan, cómo el Espíritu que mora en nosotros desea nos alejemos de esos descuidos y distracciones mundanas y volvamos a Él.
Al honrar nuestro Templo de vida, estamos por ende acercándonos a la morada del Creador, separándonos, alabándole con nuestra propia vida santificada para Él, lo que implica el retroalimentarnos de todo lo sano, bueno, bello y armónico que Él hizo para nosotros, siendo conscientes que estamos degustando de sus bendiciones tanto físicas, mentales, como espirituales, las cuales percibimos como bien estar, lo que también incide en nuestras emociones esas que nos permiten tener armónicas relaciones con nosotros mismos, con los demás y lógicamente con Él como nuestro guía y salvador.
El Texto de Textos nos revela en I de Corintios 6:19, “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis del Creador, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, al Creador en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son del Creador”.
Oremos para que nuestra alma se reconecte con Él a través de este templo físico.