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Mi kabbala – 23 (5783) – 4 Nisán 5784 – jueves 11 de abril del 2024

¿Piedra?

El Texto de Textos nos revela en Números 20:12, “Sin embargo, el Creador les dijo a Moisés y a Aarón: «¡Puesto que no confiaron lo suficiente en mí para demostrar mi santidad a los israelitas, ustedes no los llevarán a la tierra que les doy!». 13 Por eso este lugar se conoce como las aguas de Meriba (que significa «discusión») porque allí el pueblo de Israel discutió con el Creador y él demostró su santidad entre ellos”.

La piedra sagrada en el corazón del Monte del Templo, en Jerusalén, es conocida en hebreo como אבן השתיה, Even Ha-Shetia, even אבן significa piedra y shetia שתיה para algunos  significa fundación, shatat, porque esta piedra es la base de la estructura del Templo, mientras que para otros es tejido, porque de ella se tejió el lienzo del mundo y la humanidad. Y a la vez hay quienes leen en este término una bebida, ya que de ese lugar debemos obtener aguas de vida. Contextos que explican y sustentan que en ese sitio se encontraba dicha roca, la del Jardín, de la cual salía un río que regaba el huerto, el mismo que se dividía en otros cuatro, que hoy reconocemos también a través de la sangre, del aceite y de la uva.

    
Para los creyentes ese río del cual brotan aguas de vida es nuestro Señor Jesucristo, piedra angular desechada, pero ciertamente mediador entre el Edén y la Redención, por ello de Él brota un manantial que riega el valle de Sitín, tal como Joel y otros profetas lo expresaron, pero para poder beber de esa fuente debemos dejar de pecar y acogernos a la misericordia divina y así salir del exilio en el que aún están algunos seres. Termino que entendido desde su raíz galut, גלות, GLH גלה, significa quitar y a la vez destapar los ojos o los oídos, en fin, que allí se nos revela la verdad de la cual nos debemos nutrir.

Para poder comprender toda esta simbología necesitamos no solo leer y releer las Escrituras sino dejar que él Espíritu Santo nos revele esa verdad, la cual es sencilla si nos permitimos creer en El nuestra roca de salvación, el agua de vida eterna, el Santo que con su muerte nos libró del pecado, quien nos redime y nos guía hacia la vida eterna, Jardín del Edén del cual nos alejamos como fruto de dicha desobediencia, פֶּ֫שַׁע, pésha.  

Ese lugar sagrado del mundo, el Templo en Jerusalén para los Judios, es la máxima expresión de apartar algo, por ello los creyentes lo visionamos a través de nuestro cuerpo, este que como el de la alta colina, en el centro de la ciudad más santa, en la tierra más santa, nos invita a lo más sagrado desde esa cámara interior donde reside la presencia del Señor: Espíritu Santo, que mora en ese nuestro templo corporal, como nos lo dice esa visión mikdash, מקדש, kadosh, קדוש que contiene el verdadero significado de la Palabra del Creador, la motivación a ser santos, separándonos para un propósito especial y sagrado protegiéndonos así con su sangre como cordero inmolado por nuestros pecados.

Desde dicha perspectiva y respetando estas y otras creencias de las cuales tomamos para reinterpretar sus mensajes, Él nos incita a beber, שָׁתָה shatá, siempre de la fuente de sabiduría que nos dejó, sentándonos a su lado, a diario, para compartir de ese amor que como roca nos mantiene firmes ante nuestra tendencia al egoísta pecado, permitiéndonos además que nuestros deseos mundanos no nos alejen de su misericordia.

El Texto de Textos nos revela en Juan 7:38, “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”.

Oremos para que bebamos a diario de nuestro Señor Jesucristo que es vida eterna.