Mi Kabbala – 27 Iyar – lunes 3 de junio del 2024.
¿Adorar?
El Texto de Textos nos revela en Éxodo 40:1, “luego el Creador habló a Moisés, diciendo: 2 En el primer día del mes primero harás levantar el tabernáculo, el tabernáculo de reunión; 3 y pondrás en él el arca del testimonio, y la cubrirás con el velo”.
Las creencias Judías nos invitan a adorar, שָׁחָה, Shajah y alabar, להלל, lehalel, al Creador en un tabernáculo, un templo, pero los creyentes debemos resignificar gracias a la misma Biblia este concepto, que llevo a los Patriarcas a intuir que Él quería un espacio en donde cohabitar entre su pueblo para expresar allí sus manifestaciones. Conexión que parece perderse en Egipto para recuperarse por Moisés en el Éxodo, y que llevó a dicho pueblo luego del episodio del becerro de oro a construir un Tabernáculo y un arca, en la cual el Creador depositara la ley, Torá que les devolviera ese nivel de conexión personal.
Templo que significa casa, Maljut מלכות , santuario, santo, Bina o raíz, alma o cuerpo, partes de nuestro ser interior que cual vasijas reciben la Luz del Creador y nos relacionan con lo exterior. Vestiduras que para los creyentes en conjunto conforman nuestro templo espiritual, el cual requiere la reconexión con lo sagrado. Por ende, nosotros construimos en ese espacio a través de nuestra alma, dicha reconexión ya que sin ello no existiríamos. Por lo cual los creyentes deben ver en su cuerpo dicho templo el cual requiere la corrección a través de un proceso en donde nuestra vestidura ayuda a limpiarnos gracias a la adoración del Creador reconectándonos con Él al purificarnos desde nuestro interior.
Cuerpo o tabernáculo, מִשְׁכָּן, Mishkán, que como creyentes nos habla de ese espacio sagrado en donde el Creador vuelve a morar con su pueblo, nuestro hogar y aunque a diferencia de aquel que cuenta con espacios sumamente detallados, con tareas y metas claramente definidas en pro del servicio divino, para nosotros Él ya no mora en nuestro ser y con nosotros, sí, en nuestro Templo físico, lo que nos permite voluntariamente mantener esa reconexión con el Creador, sin necesidad de dicho tabernáculo o templo exterior, como se llamó a partir de sus grandes promotores: David y Salomón.
Es el Espíritu Santo el que nos mantiene en esa relación permanente y cercana con Él gracias al vinculo del amor que Él mismo nos enseña, más no por ello podemos renegar de una ciudad y de un día, Yom Yerushalayim, יום ירושלים, en donde se honra a un templo que espera ser reconstruido por tercera vez y allí orar, ya no en ese muro de los lamentos sino dentro de él, lo que la mayoría de creyentes debenos apreciar como otro tipo de anhelo gracias a que sabemos que Él mora en nosotros, gracias a la visión de reconocer que además El mismo nos rescatara, guiándonos de retornos a nuestra morada celestial.
Moisés, מֹשֶׁה, nos recuerda que más que un templo o tabernáculos o imágenes o espacios de encuentro con el Creador, debemos buscar el lograr que cualquier espacio nos sirva para conectarnos con Él a través de la oración y así nuestros hogares o ciudades servirán para mantenernos cerca de Su gracia y guía, para congregarnos de tal forma que podamos aumentar nuestra Fe guiando nuestras vidas y las de nuestros entornos, hasta que este nuestro cuerpo venza la muerte y se reencuentre con ese lugar Sagrado en dónde Él nos espera, por lo tanto, ahora estamos llamados a alabarle también a través de nuestro cuerpo.
El Texto de Textos nos revela en Juan 2:19, “respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”.
Oremos para hacer de nuestro templo físico del Espíritu un espacio sagrado.