Mi kabbala – 28 Iyar – martes 4 de junio del 2024.
¿Lugar?
El Texto de Textos nos revela en Joel 3:17, “y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Creador, que habito en Sion, mi santo monte; y Jerusalén será santa, y extraños no pasarán más por ella”.
Hay lugares especiales, es cierto y muchos creyentes entendemos a Jerusalén, יְרוּשָׁלַיִם, no solo como una ciudad, sino como un espacio sagrado que simboliza el corazón de un pueblo escogido. Se dice que de allí el mismo Creador tomó del polvo de esa tierra para darle vida a nuestra especie y que luego le otorgó este territorio a Abraham, por lo cual Jacob, visionó allí la escalera que ascendía al cielo, lo que significa que allí se encuentra la fuerza Superior del amor que debe reinar en nuestros seres, esa que es parte de la humanidad y aunque lo hemos convertido en un territorio de conflicto, es necesario que al final aceptemos que este lugar fue entregado como heredad y por ello se habla de Sagradas Escrituras.
Jerusalén también simboliza nuestros territorios, esos sobre los cuales los humanos nos disputamos pequeños espacios para nuestro confort, obviando que cada porción de esta tierra ha sido entregada por el mismo Creador solo para nuestra mayordomía. Eso sí, este terruño fue reservado tanto para su pueblo como para su adoración, lo que implica a la vez que si esta ciudad simboliza nuestros corazones, nosotros debemos corregir nuestras acciones y alejarnos del pecado, vislumbrándonos más allá de deseos, esos que nos limitan y que hacen que algunos seres no entiendan lo que es nuestra trascendencia, la cual nos llama a avanzar, מִתְהַלֵּךְ, mithalej, a entender que debemos nacer de nuevo.
Se sabe que quienes visitan esta ciudad comprenden además estas y otras cosas como la que nos indica que debemos elevarnos por encima de todo, רוּם, rum, alejándonos de un mundo que nos ata para reencontrarnos con ese estadio espiritual que nos reconecta desde nuestro corazón con el Creador, gracias a una auto corrección, la misma que nos permite liberarnos de esos tantos deseos egoístas. Más esto no ocurrirá repentinamente ya que Jerusalén nos demuestra que desafortunadamente hemos construido un muro entre nosotros y el Creador por nuestro egoísmo y deseos impuros.
Muro que no solo rodea esa hermosa ciudad y que quizá los creyentes podemos entender como una protección. Por ello aprendiendo del pueblo judío podemos encontrar en ello un espacio en donde nos sintamos más cerca de su reino, tanto, que podemos hablarle al oído. Probablemente por ello, cuando corregimos nuestro corazón, estamos acercándonos a esa Jerusalén, ese lugar que nos incita a tener buenos pensamientos, que nos invita a avanzar hacia la santidad hasta que derribemos todos esos muros, שׁוּר, shur, que no nos permiten reconectarnos con nuestro amoroso Padre y su misericordia.
Daniel, דָּנִיֵּאל, nos pide reconstruir nuestra Jerusalén interior, transformando nuestros corazones y nuestro Templo físico para reconectarnos con el Espíritu, gracias a la purificación de nuestros seres, tarea que aunque parece un trabajo difícil nos invita a aislarnos de todos esos deseos y tentaciones en donde nuestro ego nos presiona e impulsa, para que no sigamos construyendo muros sino una escalera con el Creador, recibiendo de esa Jerusalén la inspiración y deseo hacia la espiritualidad, sanándonos así de nuestra ceguera, sordera y mudes para salir así de la esclavitud de nuestros pecados.
El Texto de Textos nos revela en Mateo 5:34, “No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono del Creador;35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén”.
Oremos para que la nueva Jerusalén reine en nuestros corazones.