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Mi Kabbala – 6 Tevet 5784 – miércoles 20 de diciembre del 2023

¿Adorar?

El Texto de Textos nos revela en II de Crónicas 7:15, “Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar; 16 porque ahora he elegido y santificado esta casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre. 17 Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, e hicieres todas las cosas que yo te he mandado, y guardares mis estatutos y mis decretos, 18 yo confirmaré el trono de tu reino, como pacté con David tu padre, diciendo: No te faltará varón que gobierne en Israel”.

Los seres humanos no nos sentimos parte de la tierra pese a que de allí nace nuestro nombre, obviando que dependemos de dicho polvo de estrellas, lo que no desdice que nuestro hogar final sean los cielos, más no por ello podemos olvidarnos de esta planeta y lo útil que es para nuestro crecimiento, el cual se hace más lento fruto de nuestras distorsiones con respecto a conflictos limítrofes que han llenado de disputas nuestra historia sin razón de ser, seguramente por ello la tierra prometida implica adorar shajah שָחָָה, desde nuestro cuerpo como templo más que desde Israel o Jerusalén.

Insinuación divina quizá para que recordemos que estamos llamados a regresar al estado perfecto desde el corazón, lo que quiere decir alcanzar esa visión de la nueva Jerusalén en donde podemos alabar de mil formas y en cientos de lugares al Creador, sin que sea necesario para ello un espacio geográfico, como nos lo explico nuestro Señor Jesucristo quien nos denotó que en nuestro cuerpo encontramos ese templo para reconectándonos a Él purificándonos tahor, טָהוֹר, desde nuestro ser interior hasta consolidar esa tierra en paz y armonía debido a que aportamos de lo mejor de nosotros.

La palabra Israel ישׂראל en su esencia significa: Isra, directo mientras ÉL hace referencia al mismo Creador, lo que nos proyecta a mirar hacia Él, invitación no solo para un pueblo heredero de la promesa de Abraham sino para nosotros los creyentes para que a diario enfoquemos nuestras vidas directo hacia el Creador. Desde esta mirada Jerusalén como ciudad simboliza un estado de perfección o meta, lo que deberíamos traducir como un objetivo para llegar al Creador a través de la búsqueda de vivir en un estado perfecto entre todos nosotros los seres humanos gracias al amor como próximos.

Bajo esa misma lectura debemos aceptar que el templo como centro de oración y encuentro con el mismo Creador, implica ese estado perfecto de amor bajo el cual todos debemos convivir. Visión para reafirmar que nuestro cuerpo es templo de Su Espíritu en pro de fijar nuestro ser hacia Él retornando así a ese estado perfecto del que nos separamos voluntariamente por retroalimentarnos del conocimiento del bien y del mal, lo cual solo distrae materialmente nuestro ego y que nos aleja de esa su misericordia, rajem, quizá por ello la palabra rejem רחם, útero, nos dice que Él quiere que nazcamos de nuevo.

Malaquías מַלְאָכִי, como profeta nos dice a través de sus mensajes que pese a las destrucciones y reconstrucciones tanto del templo, como de esa ciudad santa que provocaron todo tipo de zozobras al punto que se anhela una tercera reconstrucción para sentirnos más cercanos al Creador, los creyentes solo debemos visionar esa nueva Jerusalén no en lo terrenal sino en nuestra morada celestial que inicia en nuestros templos corporales y corazones al fraternizar y servir a diario.

El Texto de Textos nos revela en Apocalipsis 21:3, “Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada del Creador! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; el Creador mismo estará con ellos y será su Señor y Creador”.

Oremos para que esa tierra nueva empiece a florecer desde nuestros corazones.