
Mi Kabbala – Adar 28 – 5785 / Viernes 28 de marzo del 2025.
¿Siete?
El Texto de Textos nos revela en II de Reyes 5:10, “Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio”.
Nuestros lenguajes contienen símbolos, signos, que parten del hebreo divino, letras originales que con sus fonemas nos aportan conceptos fundamentales que interpretados desde los números nos revelan nuestra esencia, quizás por ello el siete como tal nos habla de nuestros ciclos de vida, de esos siete cielos, de nuestro día a día que llevado a conmemoraciones cono el Pesaj y sus siete semanas de siete días, que redundan en hablarnos del Mesías, séptimo hijo nacido del Rey David (Yshai, יְשַׁעְיָה) que debe casarse con la iglesia (Bat Sheva, בַּת־שֶׁבַע) hija de siete.
Siete (שֶׁ֫בַע, shéba) días de la creación que concuerdan con esa boda, vida que requiere de ese alimento de Su palabra que contiene las siete bendiciones especiales para que luego de los siete días de nuestro fallecimiento nazcamos de nuevo, lo que significa que esos siete días de nuestras semanas son oportunidades de crecer en nuestra fe, como Abraham, de quien fue su séptimo descendiente Moisés, el cual sacó a los judíos de Egipto y quien hizo un convenio con Avimelej a través del cual le entregó siete corderos que simbolizan un juramento, el mismo que como analogía nuestro padre celestial hizo para nuestro rescate al humanarse y morir como cordero inmolado.
Palabra que con sus signos nos manifiesta nuestra esencia, a comprender que somos sus hijos y que como Abraham debemos jurar (shavua, שְׁבֻעַ) como lo hizo él en aquel lugar (Beer Sheva, באר שבע) que nos dejaremos guiar por Su palabra, entendiendo así que cada letra con sus chispas de luz debe iluminar nuestra conciencia para que no sea nuestro oscuro entendimiento el que nos mantenga presos del pecado, el mismo que no solo nos hace errar sino distanciarnos de nuestros hermanos, cuando Él mismo nos recuerda que estamos llamados a perdonarles hasta setenta veces siete.
Todo nos habla de Él siendo ese lenguaje el que nos reconecta a través de esas vibraciones, con Su armonía, reafirmándonos tal como lo hizo con nuestros patriarcas que este proceso terrenal solo cumple el rol que decidamos si nos alineamos a Su voluntad o nos mantendremos perdidos, teniendo como hilo conductor su amor fuente de agua vida que nos limpia de todas esas incoherencias, liberándonos (Shmitá, שמיטה) siempre y cuando nos integremos a Su voluntad, reorientándonos a través de esos mensajes que cual juramentos nos mantienen unidos a Su pacto.
No tenemos la capacidad de retornar a su lado sin Su ayuda, de allí que todos los signos lingüísticos nos proyectan esa Su luz, Su guía, la misma que traducida en números como el siete nos otorgan las herramientas conceptuales para atender en medio de la monotonía de nuestro día a día, esas revelaciones: estímulos divinos que iluminan nuestros seres a través de Su Haz de Luz, logrando así que su mismo Espíritu nos guíe y nos otorgue las oportunidades de comprender lo que significa el alimentarnos de esa fuente, de sus promesas eternas (שְׁבוּעָה, shvuà) las mismas que nos recuerdan que somos sus hijos y que aun alejados por el pecado original Él nos espera en el séptimo día de la creación.
El Texto de Textos nos revela en Apocalipsis 1.4, “a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono”.
Oremos por lo menos siete veces al día.