Mi Kabbala – Sivan 15 – viernes 21 de junio del 2024.
¿Sangre?
El Texto de Textos nos revela en Génesis 25:1, “Abraham tomó otra mujer, cuyo nombre era Cetura, 2 la cual le dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa. 3 Y Jocsán engendró a Seba y a Dedán; e hijos de Dedán fueron Asurim, Letusim y Leumim. 4 E hijos de Madián: Efa, Efer, Hanoc, Abida y Elda. Todos estos fueron hijos de Cetura. 5 Y Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac. 6 Pero a los hijos de sus concubinas dio Abraham dones, y los envió lejos de Isaac su hijo, mientras él vivía, hacia el oriente, a la tierra oriental”.
Najal, נָחַַל o heredar, para los creyentes implica revisar nuestra genealogía e historia familiar más que para conocer nuestra descendencia, para entender la información que nos constituye, tanto física, mental como espiritualmente, asumiendo que ese pecado original esta allí en nosotros y debemos como Abraham, Isaac o Jacob corregirle, sabiéndonos parientes de todos, tanto de Ismael o de los otros seis hijos de Cetura: Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa, quienes conforman esta gran familia mundial, que hoy se divide en razas y castas, dones, sociedades y estirpes, obviando nuestras raíces.
La cronología de la Biblia nos habla de Juda, Tamar, Fares y Zara, de quien proceden Esrom y Aram siendo este quien engendró a Aminadab y luego a Naasón, del cual nació Salmón quien engendró a Rahab y a Booz, quien con Rut tuvieron a Obed, para que de este ser naciese Isaí, hasta llegar a Heli, על, quien es mencionado en el Evangelio de Lucas como el abuelo de nuestro Señor Jesucristo padre de San José, hijo de Matat. Cronología, que nos permite gracias al mismo Texto de Textos determinar el orden y las fechas de dichos sucesos históricos y sabernos parte de ellos; una sola familia.
Bella invitación para revisar nuestro árbol genealógico, nuestra génesis, bereshit, Beneytzion, בני ציון, en donde probablemente no llegamos siquiera a la tercera generación o sea a nuestros tatarabuelos, para concluir que hacemos parte de una historia común y que ello no solo nos lo comprueba el tema consanguíneo, sino nuestro propio lenguaje, que dado por el Creador nos proyecta otra realidad, más divina, de la cual hacemos parte desde mucho antes de estar vinculados a este aquí y ahora terrenal en el que nos encontramos, siendo prioritario el reconectarnos cada vez más con nuestro Creador.
Quizá lo más importante que nos entrega esa genealogía es el comprendernos más allá de este tiempo inmediato mundano, para que asumamos los cambios interiores que se requieren y dejar atrás esas desinformaciones, intenciones, deseos, תַּאֲוָה, taavah, pensamientos, emociones, palabras y comportamientos que siendo parte de nuestra historia, no son necesarios, porque gracias a nuestro crecimiento integral como humanos vamos reconociendo que estos no son útiles para nuestras interacciones e interrelaciones.
La vida nos invita a diario a sanar, a renovarnos, pero sobre todo a enfocarnos en el Creador y sus preceptos lo cual aunque parece que algunos de nuestros ancestros obviaron, desviándose de ese horizonte, solo nos da más razones de peso para mantenernos en el legado de patriarcas que como Abraham, padre de la fe, אֱמוּנָה, emunah, nos denota la importancia de vislumbrar que no existe mayor propósito en este mundo que el de entregar nuestra voluntad al Creador y seguirle, para que así nuestras nuevas generaciones continúen ese camino de retorno a nuestra patria celestial.
El Texto de Textos nos revela en Juan 8:56, “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó”.
Oremos para mantenernos en la Fe de nuestro patriarca Abraham.