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Mi kabbala – Tamuz 14 – sábado 20 de julio del 2024.

¿Códigos?

El Texto de Textos nos revela en Cantares 8:6, “grábame como un sello sobre tu corazón; llévame como una marca sobre tu brazo. Fuerte es el amor, como la muerte, y tenaz la pasión, como el sepulcro. Como llama divina es el fuego ardiente del amor”.

Se cree que somos fruto del agua de vida que, al contaminarse del pecado, se hizo sangre. Sin embargo, ese código genético o ADN contiene esa información divina que alimenta nuestras moléculas y células, transmitiendo una decodificación específica para que a través de esos intercambios todo funcione coherentemente, retroalimentándonos así inconscientemente del Creador, al cual debemos integrarnos conscientemente. Esta lógica espiritual nos lleva a atender esos mandatos de la Palabra del Creador que están inscritos en cada partícula de nuestro ser para que no perdamos el rumbo, דְּרָכַ֫יִם, derek.

Todo nos llama a integrarnos al Creador a través de Su obra. Quizá por ello ese pequeño hueso en el cuello, en el extremo superior de la espina dorsal, que tiene la forma de una nuez y que sobresale en nuestra espalda, en hebreo original recibe el nombre de Luz, לוז, loz. Es una parte integral de nosotros con la divinidad, que no requiere de ningún sustento de los alimentos que ingerimos a diario, ya que el mismo aliento de vida lo sustenta, nutriéndose de la Palabra del Creador. Para ello, necesitamos, ojalá en el Shabat o Havdalá, llenarnos de Él.

Se cree que dicho hueso nunca se deteriora. El Midrash, מדרש‎, relata que todas las personas van a ser resucitadas y reconstruidas a partir de ese hueso, llamado también el hueso de la resurrección, ya que es indestructible. Se argumenta que puede ponerse entre dos piedras de molino y molerlo todo el día sin que se desgaste ni siquiera un poco. Incluso a quienes creman su cuerpo, este hueso no se quema, por lo que algunos lo llaman el hueso de hierro, בַּרְזֶל, barzel.

Más allá de las visiones al respecto de este hueso, está claro que nuestro ADN contiene toda la información no solo física, mental e histórica de nuestra especie, sino también la espiritual divina. Esto nos denota que hay un diseño original. Sin embargo, obviando todas las creencias al respecto, no reconocemos que somos eternos y menos que se hace preciso asimilar nuestra salvación y el milagro de la resurrección para dejar de sabernos parte del polvo de la tierra, עָפָר, aphar, y comprender que provenimos, gracias a esta información, de otras estructuras que incluso le dan vida a lo que sin ella no podría existir.

Enoc, חֲנוֹך, Janokh, nos reitera que estamos inscritos en el libro de la vida. Este eslabón nos permite comprender que el Creador no solo nos formó de su Palabra, sino que inscribió esta tanto en el ADN como en nuestros huesos y en cada molécula de nuestro ser. Entendiendo que no la leeríamos ni creeríamos en la Biblia, necesitamos de otras señales para comprender que resucitaremos y que Él nos dará un nuevo cuerpo, semejante al original. Incluso, ese cuerpo que se descompondrá en la tumba será reconstruido para que tengamos una nueva vida que, según ese microchip genético, conservará toda la información como seres de Luz.

El Texto de Textos nos revela en Hebreos 9:27, “y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”.

Oremos por la esperanza que tenemos grabada en nuestro propio ser.