Mi Kabbala – Tamuz 15 – domingo 21 de julio del 2024.
¿Confiar?
El Texto de Textos nos revela en II de Crónicas 20:22, “Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros”.
Confiar es una de las necesidades más importantes del ser humano, más cuando estamos en momentos donde la duda nos domina y la realidad terrenal choca contra nuestras expectativas. Probablemente por ello la fe judía, Emuná, אמונה, es la confianza o certeza en Él, que implica uno de los pilares fundamentales de nuestra supervivencia como creyentes. De allí la importancia de comenzar a reconocer que el Creador está presente en todo momento y, por ende, en cada molécula de nuestro ser, ya que su Haz de Luz o chispa divina ilumina e irradia no solo nuestros alrededores, sino nuestros seres.
Confiar en Su Luz implica comprender que debemos levantarnos de nuevo, sabiendo que cuando no alcanzamos el objetivo y nos percibimos derrotados, Él tiene unos propósitos y guía nuestro destino. Desde esa perspectiva, el rey Josafat, יהושפט, nos da una hermosa enseñanza cuando se encontraba enfrentando a uno de los ejércitos más feroces y eligió asumir una actitud de confianza aparentemente suicida: enviar a los cantantes levitas a la batalla por delante de sus guerreros. Estrategia que funcionó más que las recomendaciones de asesores de guerra sobre cómo hay que enfrentar conflictos.
Alabar, cantar, adorar y confiar plenamente no solo confundirá a nuestros enemigos, y estos podrán terminar atacándose a sí mismos hasta acabar con el peligro inminente, sino que nos ayuda a confiar en que Él, como creador de todo, está ahí y nos lo reitera en su palabra llena de salmos, que deben servir para que de nuestros labios solo broten palabras de amor, alabanza, gratitud y adoración. Desde esa mirada, estamos llamados a comprender que nuestra fortaleza se encuentra en la oración y la alabanza. Por ello es que la palabra, עֹז, Oz, se traduce como esa fortaleza, que supera el concepto tradicional de fuerza o valor para llevarnos al escenario de la alabanza.
Él es nuestra fortaleza y, por ende, cada una de nuestras palabras debe captar esa esencia que nos lleve incluso como el rey David a cantar salmos permanentemente en señal de gratitud y alabanza. Desafortunadamente, en esos momentos en que se nos pide que confiemos, regularmente hacemos todo lo contrario y dudamos tanto que en algunas ocasiones hasta pareciera que no creemos en ese Creador del que tanto predicamos. Lo peor del caso es que nos dejamos dominar por el miedo, יִרְאָה, yirah, que nos aleja aún más de ese Ser y de esa oración, que es el único requisito para apoyarnos.
Actuar con fe, confiando en Él, nos lleva siempre al escenario de la oración, esa que reconoce Su deidad, agradeciéndole incluso por aquello que no coincide con nuestras expectativas, para reconocernos más bien como pecadores que, en lugar de rogar que cambien las circunstancias, piden la fortaleza para superar esa prueba, בָּחַן, bachan, que simplemente debe cumplir con el requisito de acercarnos más a Él. Para esto, Su Santo Espíritu se convierte en una especie de puente que nos interconecta con nuestro ser interior, para que ya los deseos egocéntricos no nos dominen, sino su amor.
El Texto de Textos nos revela en I de Juan 5:14, “Esta es la confianza que tenemos al acercarnos al Creador: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye”.
Oremos, alabemos, agradezcamos y confiemos en que Él nos guía.