Mi Kabbala – Tamuz 16 – lunes 22 de julio del 2024.
¿Reclamos?
El Texto de Textos nos revela en Genesis 25:34, “Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura”.
Aunque la palabra Tamuz en hebreo hace referencia más a un mes que a otra cosa, algunas personas consideran contradictorio que ese mismo nombre sea el de una deidad babilónica a la que se le honraba en pro de la fertilidad, conceptos que, sin embargo, nos recuerdan una fiesta menor que se lleva a cabo cuarenta días después de la fiesta judía de Shavuot, con un día de ayuno que conmemora realmente la ruptura de las murallas de Jerusalén antes de la destrucción del segundo templo. Por lo cual, se entiende como un día que marca el comienzo de un período de luto de tres semanas, reconocidos como días de la angostura, previo además a la fiesta de Tisha Beav (תשעה באב), en la cual se destruyeron las tablas de piedra de los Diez Mandamientos.
Rupturas y destrucción, שָׁמַד (shamad), que se generan a través de esas palabras que agreden no solo física, sino espiritualmente a cientos de seres humanos, dejándonos no solo lejos de Él, sino de nosotros mismos. Quizá por ello vale la pena comprender aún más el valor de nuestras expresiones para hacer ayuno sobre todo de aquellas que, como a Abel, nos llaman a bendecir tal como le sucedió a Jacob frente a Esaú, a quien más que robársele esa bendición, se le quitaron sus derechos, debido a su voz, a sus palabras. Las mismas que, aunque su padre reconoció como voz de Isaac, le llevaron a bendecir a aquel cuya actitud apreciaba fruto de un lenguaje conforme a los preceptos del Creador.
Nuestros ayunos de palabras deben servirnos como creyentes para aprender de estos y otros personajes bíblicos y no reiterarnos en la rivalidad de Esaú con Jacob, su hermano, en pro de asumir discursos coherentes a la Palabra del Creador, como a la vez comportamientos acordes a sus preceptos, siendo nuestras oraciones diferentes a las de Esaú, que con palabras cortas y secas se refería a nuestro amoroso Padre Celestial, mientras que Jacob siempre usó un lenguaje refinado y educado, hasta para referirse a sus enemigos, אוֹיֵב (oyeb), llamándonos a actuar de la misma forma.
No podemos obviar que el discurso de Jacob, que se lee en Génesis, en donde priman partículas lingüísticas como, na (נָא), da esa señal de cortesía y formalidad de cómo incluso Jacob le oraba al Creador siempre en señal de gratitud, mientras que las frases de su hermano denotan lo contrario, quejas y reclamos. Actitudes completamente diferentes, las cuales llevaron a Esaú a suponer que no necesitaba del Creador, mientras que Jacob reconocía que su plenitud dependía de Él y por ello se enfocaba en alabarle.
Bella visión que nos debe servir como creyentes en los momentos de ayuno y oración para comprender la importancia de ser más gratos y menos quejosos, שִׂיחַ (siach), de alabar más, en vez de pedir tanto, de rogar por el perdón de nuestro Creador, en vez de suponernos dignos de estar cerca de Él y, sobre todo, de acogernos a su misericordia, ya que, aunque no merecemos esta, por esas nuevas palabras de gratitud Él nos permitirá estar a su lado fruto de acogernos a través del amor a la aceptación de lo que somos: sus hijos.
El Texto de Textos nos revela en Efesios 4:19, “Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan”.
Oremos de tal forma que nuestras palabras sean de alabanza y gratitud.