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Mi Parashá – Génesis 10:18

La dispersión de las familias cananeas es quizá uno de los aspectos que más se destacan en estos versículos, lo que a su vez se convierte en una advertencia para nosotros, los creyentes, con el fin de que seamos capaces de ver en esos otros a nuestros hermanos, hijos del Creador, herederos de Adán y de Noé, llamados a retornar a nuestra morada celestial.

Es por ello que el término Arvadita (אַרְוָדִי), cuyo valor numérico es 217, está asociado con la idea de protección y refugio. Arvad, como una ciudad fenicia fortificada en una isla, simboliza la necesidad de crear un refugio seguro, tanto física como espiritualmente, para protegernos de las adversidades. Esto, en términos simples, nos llama a confiar plenamente en el Creador y no en nuestras propias fuerzas o territorios.

Del mismo modo, el concepto de Tzemarita (צְמָרִי), con un valor numérico de 330, que nos vincula a los términos crecimiento y plenitud, esboza la idea de que esa expansión mediante la cual buscamos prosperidad debe enfocarse en nuestro crecimiento y desarrollo pleno desde una perspectiva espiritual, ya que ese es el lugar al que realmente pertenecemos.

Los Jamatitas (חֲמָתִי), con un valor gemátrico de “Chamati” de 458, se relacionan con la resistencia y la perseverancia. La ciudad de Jamat (Hamath), conocida por su resistencia, nos sugiere perseverar a través de las dificultades para alcanzar nuestros objetivos, los cuales, aunque los visualicemos como terrenales o comerciales, realmente deben alinearse con el plan divino.

Esta lógica, llevada al concepto intrínseco de dispersión, nos llama como una sola familia a entender que esa diversificación y expansión está directamente relacionada con los diferentes aspectos de nuestras vidas. Nuestras acciones y decisiones deben estar en armonía con lo divino para que esparzamos Su luz y afectemos positivamente a los demás, creando, con las ondas vibratorias de Su palabra, espacios donde abunde Su amor.

Cada una de las facetas de nuestras experiencias y vivencias nos llama a crear y mantener un refugio seguro en el Creador, enfocándonos siempre en Su guía para expandir Su luz, aprovechando las oportunidades que Él nos brinda en cada momento para un crecimiento integral. Este crecimiento necesita de nuestra perseverancia y resistencia para mantenernos firmes y continuar adelante, incluso en tiempos difíciles.

Así que esa dispersión nos sugiere que nuestras acciones tienen un impacto más allá de nosotros mismos y que debemos ser conscientes de cómo nuestras decisiones pueden afectar a otros y al mundo que nos rodea. Debemos valorar más la guía del Espíritu Santo, quien nos otorga seguridad y protección. Se trata, en definitiva, de enfocarnos en nuestro crecimiento personal y espiritual, perseverando ante los desafíos diarios.

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