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MI Parashá – Génesis 6:6

Quienes leen en estas líneas sobre el arrepentimiento y dolor del mismo Creador por la creación de nosotros como humanidad, debido a la maldad que había proliferado en la tierra, obvian que el concepto principal del versículo “וַיִּנָּחֶם יְהוָה” (Vayinahem YHWH) – “Y se arrepintió el Señor”, al desglosarlo letra por letra con su gematría, nos presenta: ו (Vav) = 6, י (Yod) = 10, נ (Nun) = 50, ח (Chet) = 8, ם (Mem sofit) = 40, י (Yod) = 10, ה (He) = 5, ו (Vav) = 6, ה (He) = 5, lo que suma un total de 140, que gracias a otras analogías con otras expresiones y conceptos podemos deducir que la reacción divina ante la corrupción de la humanidad es realmente de misericordia.

El valor gemátrico 140, al descomponerse en 1 + 4 + 0 = 5, está más asociado a Su gracia y misericordia en la cábala, ya que no debemos olvidar que es el omnipotente y que tenía claro lo que nos acontecería. Por lo tanto, aunque nuestro dolor es también suyo como Padre, a pesar de todo, hay un subtexto de misericordia y un deseo de rectificación.

Además, su enseñanza nos denota que el arrepentimiento es una parte crucial del crecimiento espiritual, por lo que, aunque era conocedor de nuestros errores, nos llama al reconocimiento de los mismos, lo que sugiere un posterior arrepentimiento que puede llevarnos a la redención y la renovación.

La expresión “כִּי עָשָׂה אֶת־הָאָדָם בָּאָרֶץ” (Ki asah et-ha’adam ba’aretz) – “De haber hecho al hombre en la tierra”, al desglosarla, כ (Kaf) = 20, י (Yod) = 10, ע (Ayin) = 70, ש (Shin) = 300, ה (He) = 5, א (Alef) = 1, ת (Tav) = 400, ה (He) = 5, א (Alef) = 1, ד (Dalet) = 4, ם (Mem sofit) = 40, ב (Bet) = 2, א (Alef) = 1, ר (Resh) = 200, ץ (Tsade sofit) = 90, con su valor total de 1149, nos refleja la idea de ese proceso de creación de la humanidad en la tierra que conlleva un proceso de arrepentimiento, sobre el cual Él mismo nos debe enseñar.

Así que ese número 1149, descompuesto en 1 + 1 + 4 + 9 = 15, y luego en 1 + 5 = 6, realmente nos habla de esa conexión entre lo espiritual y lo material, en donde el acto de crear al hombre fue una mezcla de ambas fuerzas. Esto no significa aceptar nuestra corrupción, que no solo nos lleva a una desconexión que causa dolor divino, sino a la necesidad de arrepentirnos, no de existir o de haber sido creados como hijos, sino de nuestros actos de desobediencia.

Al reflexionar sobre cómo nuestras acciones pueden impactar tanto el mundo material como el espiritual, debemos ser conscientes de la responsabilidad que tenemos como seres creados en la tierra. “וַיִּתְעַצֵּב אֶל־לִבּוֹ” (Vayit’atzev el-libbo) – “Y le dolió en su corazón”, ו (Vav) = 6, י (Yod) = 10, ת (Tav) = 400, ע (Ayin) = 70, צ (Tsade) = 90, ב (Bet) = 2, א (Alef) = 1, ל (Lamed) = 30, ל (Lamed) = 30, י (Yod) = 10, ב (Bet) = 2, ו (Vav) = 6, con un total de 657, por lo que ese dolor que siente nuestro Creador en su corazón debido a la maldad de la humanidad, contiene en sí mismo esa redención que Él mismo significa.

El valor gemátrico 657, al descomponerse en 6 + 5 + 7 = 18, nos reitera que dicho número simboliza la vida (“chai” חי), lo cual nos sugiere que, aunque hay dolor, como en el parto, y el arrepentimiento genera luz y vida, gracias a ella asumamos esa redención que nos incita a entender que, aunque algunas de nuestras acciones nos acarrean dolor no solo a nosotros mismos sino a los demás, ello también repercute en que generemos vivencias que promuevan el bienestar, evitando además la corrupción que lleva al sufrimiento.

Ese momento eterno de profunda introspección y arrepentimiento no es solo una reacción emocional, sino una invitación a la humanidad para reflexionar sobre sus acciones y su impacto en el mundo. Tengamos en cuenta que el concepto de arrepentimiento y misericordia, “וַיִּנָּחֶם יְהוָה” (Vayinahem YHWH), nos denota una vía hacia nuestra redención y renovación, y por ende, una oportunidad para corregir el rumbo.

Que nuestro Señor Jesucristo hubiese tenido que padecer por nosotros, como fue su crucifixión en la cruz, denota que Él mismo asumió nuestra responsabilidad “כִּי עָשָׂה אֶת־הָאָדָם בָּאָרֶץ” (Ki asah et-ha’adam ba’aretz) tanto en el ámbito material como en el espiritual, dolor “וַיִּתְעַצֵּב אֶל־לִבּוֹ” (Vayit’atzev el-libbo) que, a su vez, nos enseña que nuestras acciones tienen un impacto profundo y que debemos vivir de manera que promueva la vida y la armonía, evitando el dolor y la corrupción.

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