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Mi Parashá – Génesis 7:7

La palabra “teivá” (arca) en un contexto de traducción clásica se refiere a un barco; sin embargo, dentro de estas reflexiones que anhelan profundizar en algunos términos bajo la guía del Espíritu Santo, dicho término puede entenderse también como “palabra” o “mensaje”.

Además de comprender el ingreso de Noé y su familia en el arca como su inserción en un estado de protección espiritual, deberíamos vislumbrarlo de alguna manera como ese refugio que encontramos dentro de Su palabra, ya que esas expresiones divinas son mandamientos que nos protegen y guían, especialmente en tiempos de peligro y confusión.

Para entender mejor todo lo que dichos signos lingüísticos nos pueden aportar, es necesario apoyarnos en la gematría, ya que el valor gemátrico de las letras, que es de 407 (ת = 400, ב = 2, ה = 5), al descomponerse en 4 + 0 + 7 = 11, y luego 1 + 1 = 2, nos habla no solo de la dualidad y de la pareja, sino también de nuestra propia relación entre nuestras vivencias actuales y lo que ellas significan dentro del plano espiritual. Esto genera, por ende, que esa entrada al arca no solo se perciba como un acto de supervivencia física, sino también como una unión o comunión entre Él y nosotros, sus hijos, un espacio donde lo divino y lo humano se encuentran.

Recordemos que el arca, más adelante, se convierte en un cofre en el que los israelitas percibían la presencia de su Creador. Por lo tanto, no es ilógico entender, como creyentes, que esa misma arca se encuentra en nuestro cuerpo, para algunos en nuestras mentes; en fin, en nuestro ser, incitándonos a cada instante a reconectarnos con Su haz de luz, con Su amor.

La inclusión de Noé, su esposa, sus hijos y las esposas de sus hijos como parte del proceso de purificación y redención nos da la idea de la importancia de esa unidad familiar dentro de esos procesos de redención, purificación y transformación. Debemos entender que nuestro microcosmos debe armonizarse con el macrocosmos social, y este a su vez con el universal, siendo la preservación de esa célula o núcleo familiar fundamental para que nuestra arca pueda proyectarnos hacia la preservación de la humanidad como parte del orden divino.

Mantener la unidad y el amor en nuestras propias familias, especialmente en tiempos de crisis, es vital para que incluso ese diluvio (הַמַּבּוּל) no sea un evento físico, sino una posibilidad de superar el juicio y pasar a la purificación, ofreciéndonos el ingreso al arca respuestas directas frente a esas amenazas, ya que buscamos refugio en Él y en Su palabra.

A diario debemos protegernos guiándonos por los principios divinos, ya que allí encontramos todas las respuestas a esos desafíos que enfrentamos, y que nos llaman a mantener el “arca” no solo para protegernos, sino también para compartir esa seguridad y confianza que nos dan sus orientaciones, y así poder seguir navegando en las aguas turbulentas de la vida.

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