
Mi Parashà – Génesis 8:14
Gracias a que concluye el diluvio con sus enseñanzas, podemos entender, a partir de ese momento exacto en que la tierra se seca completamente, que así como se le permitió a Noé comenzar una nueva vida en un mundo renovado con todos los seres vivos que se encontraban en el arca, también nosotros tenemos esa oportunidad diaria.
Expresiones como “הַשֵּׁנִי” (Hasheni – “el segundo”) con un valor numérico de 365, “בְּשִׁבְעָה” (Beshiv’ah – “veintisiete”) con un valor de 778 y “יָבְשָׁה” (Yavshah – “se secó”) con un valor de 317, nos reiteran, gracias al número 27, que dicha finalización de un ciclo completo de transformación y purificación nos llama a asumir este proceso como propio y, por ende, a buscar nuestra limpieza integral diaria.
Todo proceso tiene un inicio, un desarrollo y una conclusión, por lo cual el diluvio no solo limpió la tierra, sino que también permitió que todo lo que emergiera después fuese renovado y purificado. Por ende, fue un punto culminante en la historia, siendo el diluvio una proyección para la tierra finalmente seca, que marcó el fin del juicio y el comienzo de una nueva era.
Es una metáfora para nuestros propios procesos de transformación personal y espiritual, en los que debemos entender que después de un tiempo de desafío y purificación, llega el momento en que las “aguas” de nuestras dificultades se retiran, permitiendo que una nueva realidad emerja, ya que esa tierra seca denota un proceso divino que asegura que el mundo esté preparado para comenzar de nuevo.
Lo mismo ocurre con aquellos momentos en nuestras vidas en los que debemos vislumbrar el final de un ciclo de dificultades o pruebas para encontrar tierra seca, con la estabilidad y la certeza después del caos, lo cual nos enseña que después de cada período de prueba, llega el momento de empezar de nuevo, pero con una perspectiva renovada y purificada.
Todos los ciclos en la vida nos indican que después de cada proceso de “diluvio”, hay una oportunidad para la renovación y el crecimiento. Estamos llamados a reconocer y honrar estos ciclos, comprendiendo que cada final es también un nuevo comienzo, lleno de potencial para construir algo nuevo y mejorado en nuestras vidas.