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Mi Parashá – Génesis 9:15

El modelo mental de los seres humanos denota que aprendemos a través de la reiteración, llevando a nuestra memoria imágenes que nos permitan transformar hábitos, muchos de los cuales parten de lo negativo, de nuestras ausencias, para poder denotar la plenitud del Creador, la cual simboliza Su palabra. Razón de peso para que un mismo concepto se nos repita un número indeterminado de veces hasta que logremos introyectarlo.

Es por ello que algunos versículos insisten en reiterarnos, hasta que lo aprendamos y quede impreso en nuestras memorias, que Él reafirma su pacto con nosotros como descendencia de Noé. Además, se nos recuerda que ese pacto cubre a todas las criaturas vivientes, siendo el arco iris esa señal que no solo asegura que nunca más habrá un diluvio para destruir toda carne, sino que Él mantiene sus promesas eternas para con nosotros.

Es por ello que el concepto de “recordar” (זָכַרְתִּי, vezakharti) debe significar para nosotros algo más que una reminiscencia mental humana, ya que en Su caso incluye un acto de traer las promesas dadas a nosotros a nuestra realidad activa, enmarcando esto en Su eterno presente, ese que, como regalo perenne y permanente, opera para toda la creación, y que conlleva el equilibrio y la protección de lo creado.

Obra que forma parte de ese pacto “בְּרִיתִי” (beriti), que implica para nosotros una responsabilidad que nos lleva a seguir los caminos y mandamientos divinos para mantener la armonía en el mundo. No perdamos de vista que la palabra diluvio “מַבּוּל” (mabul) tiene un valor gemátrico de 78, lo que subraya la combinación con esa promesa divina, que debe interpretarse también como una señal de que el juicio y la purificación ya no tomarán la forma destructiva que tuvo el diluvio.

En su lugar, se abre un nuevo camino para la redención y el crecimiento espiritual, sin necesidad de destrucción total, lo cual lo llevó, además, a humanarse. No debemos olvidar que incluso nuestros propios pactos y promesas son perpetuos, no terminan con la muerte. Por lo tanto, el acto de recordar no es pasivo, sino activo, lo que nos indica que estamos llamados a vivir de manera que honre los pactos y compromisos que hemos hecho, pero sobre todo el que hicimos con Él desde Noé.

Reconocer esto debe inspirarnos a ser más conscientes de nuestras responsabilidades y promesas, sabiendo que cada vez que recordamos y actuamos de acuerdo con nuestros compromisos, estamos participando en la renovación y mantenimiento de la armonía en el mundo, una virtud que nos llama a vivir con integridad y a ser guardianes de la paz y la justicia, siguiendo el ejemplo del pacto divino.

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