
Mi Parashá – Génesis 9:20
Cada día, el Creador nos otorga la posibilidad de renovarnos, de integrarnos a Él a través de Su obra. Sin embargo, en ocasiones, para asumir estas nuevas fases, necesitamos de los diluvios que nos ayudan a valorar incluso esta tierra a la que pertenecemos y que nos da nuestro sustento. Quizá por ello, la primera labor de Noé como “hombre de la tierra” es plantar una viña, un escenario que denota la alegría de sabernos bendecidos, pero que a la vez nos genera desafíos y, como en el caso del vino, tentaciones.
El término “אִישׁ הָאֲדָמָה” (ish ha’adamah), “hombre de la tierra”, debe interpretarse como una señal de la conexión profunda de Noé con la creación y la tierra misma, ya que la palabra “tierra” (אֲדָמָה, adamah), por su raíz en la palabra “Adam” (אדם), el primer hombre, nos sugiere un retorno a los orígenes y un nuevo comienzo después del diluvio. Este retorno también conlleva responsabilidad, fruto del conocimiento del mal que nos arroja como resultado nuestros errores, los cuales han seguido afectando nuestra historia.
Por ello, no podemos perder de vista la expresión “viña” (כָּרֶם, karem), con un valor de 260 (כ=20, ר=200, ם=40), que nos da la idea de expansión y fructificación, pero también de desafíos que vienen con el cultivo de la tierra y la producción de vino, frutos que en la narrativa bíblica a menudo se asocian con el exceso y la tentación.
El mismo verbo “comenzó”, “וַיָּחֶל” (vayachel), o “inició”, nos aporta elementos conceptuales que denotan nuestra vulnerabilidad debido al inicio de nuevas pruebas, las cuales, en el caso de Noé, quien sobrevivió el juicio divino del diluvio, lo llevaron a enfrentarse con un nuevo tipo de desafíos: cómo manejar su conexión con la tierra y los frutos que de ella provenían.
Es razón suficiente para reflexionar muy bien en la forma en que enfrentamos esos nuevos comienzos en nuestras vidas, para poder asimilar todas las responsabilidades que estas conllevan. Todos los nuevos comienzos ofrecen oportunidades de crecimiento y de fructificación, pero también presentan desafíos que requieren de la guía del Creador para, con Su sabiduría, asumirlos de forma moderada.
Es complejo hacernos conscientes de todas las inconsciencias que nos sofocan y, más aún, de cómo manejar nuestros recursos y oportunidades para actuar con integridad y responsabilidad en nuestras interacciones con la naturaleza y los frutos de nuestro trabajo. Por ello, cada día que se nos otorgan esos nuevos comienzos, debemos asumir estas oportunidades para cultivar algo bueno, entendiendo que ello conlleva el riesgo de caer en excesos o errores si no se maneja cada instante con el debido cuidado y precaución.