
Mi Parashà – Génesis 9:22
La palabra “desnudez” (עֶרְוַת, ervat), además de connotar nuestra vulnerabilidad ante el pecado, nuestra vergüenza posterior y nuestra exposición al mal y sus efectos, al complementarse con el acto de ver esa “desnudez” nos ofrece, mediante una reflexión más espiritual, otra perspectiva que va más allá de la falta de respeto.
Nuestras fallas no solo quebrantan nuestra dignidad, sino también la de los demás, lo que implica que cuando Cam ve la desnudez de su padre, falla en reconocer la santidad de este y, por ende, todo el respeto que se debe a esa figura. Por ello, la misma expresión “עֶרְוַת” (ervat), al descomponerse (ע=70, ר=200, ו=6, ת=400), nos lleva al número 576, que expresa conceptos de juicio y separación.
Este valor sugiere que el acto de Cam no fue un error menor, sino algo que generó una división o ruptura en la relación familiar y espiritual. Por eso, el verbo “ver” (וַיַּרְא, vayar), nos lleva más allá de ese simple acto de observación, simbolizando que esa acción consciente que reproduce una falta de respeto multiplica los efectos de esas decisiones erradas.
No debemos perder de vista que Cam, además de ver, contó a sus hermanos (וַיַּגֵּד, vayagged). En lugar de actuar para proteger la dignidad de su padre, añadió otra falta a su irrespeto. Nuestras palabras tienen el poder de crear, y por ello nos recreamos en ellas. Cuando Cam elige hablar en lugar de actuar con compasión, añade una dimensión adicional de transgresión.
La forma en que percibimos y respondemos a las vulnerabilidades de los demás refleja, ante todo, nuestro propio estado espiritual y moral. Este incidente, que ocurre después de la embriaguez de Noé, nos muestra cómo sumamos nuestros errores y magnificamos sus efectos.
Cam, uno de los hijos de Noé, ve la desnudez de su padre y, en lugar de cubrirlo o mostrar respeto, informa a sus dos hermanos de lo que ha visto, un acto que tiene consecuencias, afectando no solo a Cam, sino también a su descendencia. Por ello, debemos atender cuidadosamente cómo reaccionamos ante la desnudez, ya sea física, emocional o espiritual, de otros, pues esa vulnerabilidad afectará nuestras relaciones y nuestro propio crecimiento espiritual.
Nuestras palabras y acciones cuando nos enfrentamos a las faltas o debilidades de los demás pueden llevarnos a hacernos cómplices de las mismas e incluso a prolongarlas al magnificar sus efectos. Por lo tanto, debemos aprender a actuar con respeto, compasión y discreción, en lugar de juzgar o exponer las vulnerabilidades de los demás, una visión crucial para mantener la integridad y la santidad en nuestras relaciones personales y comunitarias.