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Mi Kabbala – Av 10, 5783/Sábado 29 de julio del 2023.

¿Posesiones? 

El Texto de Textos nos revela en Deuteronomio 8:17, “y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. 18 Sino acuérdate de tu Creador, tu Señor, porque Él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día”.

La relectura de la Biblia nos lleva a cientos de lugares, sin embargo hay uno: Israel que implica el entorno sagrado otorgado por el Creador a su pueblo, dándoles para ello sagradas escrituras de dicho territorio, recordándonos a todos que somos su posesión y aunque le desobedezcamos y tengamos que ser llevados a Egipto Él nos rescatará. Así que no nos pertenecemos a nosotros sino a Él y por lo tanto, todo lo que nos rodea solo es para nuestra provisión de la cual somos mayordomos. Sí, no somos dueños de nada.

Nuestro Señor Jesucristo nos predicó al respecto y quizá por ello Betania, Beit-Anya בית עניה, que significa la casa de los pobres, es más que un lugar frente a la cima del Monte de los Olivos, toda una expresión para denotarnos que “al otro lado del Jordán”, cruzando el río donde Él fue bautizado por Juan, al comenzar su ministerio público, esta su reinado, por ello no necesitaba adueñarse de nada, ya que todo le pertenece a Él, quien se rebajó, mostrándonos humildad antes de ser exaltado, viviendo en condiciones modestas para reiterarnos que no hay posesiones, sino posiciones para sabernos sus hijos.

Somos su tesoro peculiar, sgulah סְגֻלָּה, su más preciada posesión, de allí que la raíz SGL nos diga a través de expresiones como, sagol סגול, púrpura, color reservado para la ropa más lujosa del mundo antiguo, que somos su pueblo elegido y que esta tonalidad nos recuerda que le pertenecemos. Manto de nuestro Señor que nos reitera que le entregamos y no aceptamos, que no nos sentíamos parte de Él, por lo cual coexistimos en este un mundo sin Él sin su ley, sin sus mandatos, dejando que pulule la maldad y la corrupción: la oscuridad, cuando estamos llamados a ser parte de la Luz.


Lo triste es que los creyentes poco parece nos ocupamos de entenderlo. Melitz, de la raíz LIZ ליץ, nos habla de desprecio, al no escucharlo y buscar incluso acomodar su Palabra a nuestras ilusiones tal como los hermanos de José, que no le escucharon dependiendo más de traductores y burladores, cuando debemos es superar esos obstáculos que en ocasiones no reproducen nada de lo por Él preceptuado, siendo necesario recurrir a nuestro facilitador de comunicación, su Santo Espíritu para no dejarnos guiar por esos cientos de seres que quieren adecuar las escrituras a su acomodo y que no son dignos de confianza.

Valdría la pena que entendiéndonos como su posesión esperemos como creyentes nos lleve nuevamente a la tierra prometida del Edén y allá podamos vivir en la nueva Jerusalén, el Paraíso, a su lado, sabiéndonos parte importante de la creación: sus hijos, y por ende bajo esa convicción por fin dejemos a un lado la búsqueda de posesiones materiales e intelectuales ilusorias y nos permitamos disfrutar de ser su tesoro más preciado, gracias a su amor, cubriéndonos así con el manto purpura en donde reconocemos ser de Él. 

El Texto de Textos nos revela en  Mateo 6:19, “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladronas minan y hurtan;20 Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan: 21 Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”.

Oremos para sabernos posesiones del Creador y por ende sus siervos.