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Mi Kabbala – Elul 22 – miércoles 25 de septiembre del 2024

¿Reconectarnos?

El Texto de Textos nos revela en Deuteronomio 5:22, “estas palabras habló el Creador a toda vuestra congregación en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de la oscuridad, a gran voz; y no añadió más. Y las escribió en dos tablas de piedra, las cuales me dio a mí”.

La entrega de la Torá, además de contener mandamientos específicos, reconfirmó lo expresado a Moisés, quien lo transmitió fielmente para que el pueblo tuviera en cuenta los 613 mitzvot (מצוה), mandamientos que aún hoy son prácticas comunes para las nuevas generaciones, aquellas que no vivieron el período de 49 días del Éxodo en el Monte Sinaí ni su travesía por el desierto. Para nosotros, los creyentes, estas palabras también tienen significados profundos, pues en ellas se encuentran profecías sobre nuestra salvación a través de nuestro Señor Jesucristo como Mesías.

Los preceptos que los ortodoxos cumplen al pie de la letra parecen, para ellos, indispensables para vivir. Esta obligación humana implica, al menos, la observancia de los Diez Mandamientos que reconocemos en la Biblia y que, como principios fundamentales, nos hablan de Su amor y misericordia. Estas tablas, divididas en dos grupos de preceptos, nos muestran la relación entre el hombre y el Creador, así como la importancia de nuestras interacciones como pares y hermanos (אָח, aj), todos hijos suyos.

Por ello, el quinto mandamiento, “honrarás a tu padre y a tu madre” (כַּבֵּד אֶת אָבִיךָ וְאֶת אִמֶּךָ), implica no solo una relación entre padres e hijos desde una perspectiva terrenal, sino también nos induce a mantener una relación plena entre el hombre y el Creador como hijos. Es una propuesta que recogió nuestro Señor Jesucristo como el único y gran mandamiento que resume todos los demás, y nos motiva a ser conscientes de amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos y al Creador por encima de todas las cosas, comprendiendo que el amor lo guía todo.

Estos mandamientos nos revelan nuestras carencias al coordinar nuestro libre albedrío, y nos muestran la necesidad de ser guiados por nuestro Padre Celestial. De este modo, nuestras interacciones e interrelaciones se alinean no solo con Sus propósitos, sino con la armonía requerida para que todo fluya equilibradamente, evitando que nuestras deficiencias reproduzcan el caos (תֹּהוּ, tohú) que reina sin Él. Este vínculo es la base de todos los preceptos divinos, necesarios para acoger Su voluntad, la cual está presente tanto en la primera como en la segunda tabla entregadas a Moisés con el único propósito que las transcribamos en nuestras mentes y corazones.

Vislumbrar la Biblia desde estas dos coordenadas (קואורדינטה, koordináta) nos permite entender que uno de ellos se refiere a la decisión individual de cada persona y su libre albedrío para observarlos, mientras que el segundo nivel proyecta otra realidad: un mundo que necesita la revelación del Creador, un estándar absoluto de moralidad para guiarnos como humanidad. Así, estos mandamientos y preceptos nos llaman a depender plenamente de Su Palabra y guía, pues, de lo contrario, reinará el caos en este mundo que desafortunadamente sigue de espaldas a Su Creador.

El Texto de Textos nos revela en El Texto de Textos nos revela en Lucas 5:36, “les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo”. 

Oremos para que los mandatos del Creador guíen nuestras vidas.

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