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Mi Kabbala – Elul 26 – domingo 29 de septiembre del 2024.

¿Signos?

El Texto de Textos nos revela en I de Crónicas 29:11, “Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, la victoria y la majestad. Tuyo es todo cuanto hay en el cielo y en la tierra. Tuyo también es el reino, y tú estás por encima de todo”.

Se dice que la palabra hebrea que traduce Señor proviene de unas consonantes representadas por las letras YHWH, יהוה, yod (י), he (ה), vav (ו) y he (ה), las cuales forman el tetragrámaton, cuatro letras que simbolizan el Nombre del Creador. De acuerdo con la numerología, estas combinaciones implican el nacimiento de una serie de términos que designan cualidades del mismo. Se trata de vislumbrar en estas chispas y su movilidad, gracias a las vibraciones que nosotros decodificamos como conocimientos, aspectos que se desprenden de esa Su sabiduría, la misma que se nos va revelando en un proceso que permite que estas fuentes de luz le den un sentido a nuestros signos lingüísticos.

Es una visión que, como creyentes, nos puede representar esas dimensiones espirituales que deben servir de inspiración para conectarnos con esa sabiduría, fuerza de vida, creatividad, conocimiento, pasión, amor y Luz que emanan e irradian todas las manifestaciones del Creador. Sin embargo, no podemos reconocerlo en su totalidad debido a nuestras limitaciones, aquellas que también nos impiden percibir, por ejemplo, en una letra hebrea como la Hei ה‎, una referencia a un mundo no físico, donde el orden y no el caos, reinan.

Nuestro lenguaje, por el contrario, parece cultivar dualidades, ya que estamos desconectados del Creador, incomunicándonos y alejándonos de esas dimensiones superiores que sospechamos ocultas al no atender dichas señales. No obstante, podemos encontrarlas gracias a la guía del Espíritu Santo, quien es la fuente para esa iluminación. Por tanto, entendamos o no el Nombre de nuestro Creador y si este se encuentra completo o no en nuestro plano terrenal, debemos usar nuestro lenguaje actual para acercarnos a Él, dejando de agredirnos לִפְגּוֹעַ (lifgoa) para agradarnos.

Nuestro mundo narrativo e ilusorio tiene una estructura que muestra solo una parte de la realidad, sustentada en letras disfrazadas de palabras, y las dimensiones que podemos imaginar dependen de estas. Por ello, esa otra realidad, que incluso puede ser más cuántica y hasta más microscópica de lo que pensamos, nos denota también que formamos parte de un universo de energía infinita que no podemos ni siquiera comprender. Por eso debemos conformarnos con percibirlo como Luz (אור), la misma que debe iluminarnos.

Es una conciencia divina que no tenemos la capacidad de asimilar mínimamente con nuestras mentes finitas, de las cuales no hemos logrado desarrollar ni siquiera el uno por ciento. Por lo tanto, ese otro noventa y nueve por ciento debemos llenarlo con el conocimiento del Creador, que nos da su Espíritu, para que nuestras carencias הֶעְדֵּר (he’eder) e infelicidades no sean las que nos sigan impidiendo conectarnos a esa fuente que, con su fluir, nos guía para reencontrarnos con Él, quien está en todas partes, a la espera de nosotros. Solo necesitamos tener Fe, que es la que nos permite, al orar, comunicarnos con Él.

El Texto de Textos nos revela en Hechos 22:16, “ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”.

Oremos para que nuestro Creador se tome nuestro corazón y nos guie.

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