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Mi Kabbala – Elul 3 –  viernes 6 de septiembre del 2024

¿Impronunciable?

El Texto de Textos nos revela en Éxodo 20:7, “No tomarás el nombre del SEÑOR tu Creador en vano, porque el SEÑOR no tendrá por inocente al que tome su nombre en vano”.

Fuimos creados por la Palabra del Creador, lo que significa que nuestro lenguaje debe recrearse en ella y que, por lo tanto, no deberíamos usar esta herramienta de vida sino para bendecir todo lo creado, para alabarle a Él y a Su obra. Sin embargo, contradictoriamente, no comprendemos esta máxima y vivimos maldiciendo (“קַלֵּל”, “kalel”) tanto de nosotros mismos como de Él, razón de peso para que nuestro mundo, que es el producto de esta narración, ya no solo divina sino también humana, no funcione como debería y reine el caos, producto de nuestras desobediencias y de no escucharle.

El correcto uso de nuestro lenguaje nos llama a comprender que el nombre de nuestro Creador es demasiado sagrado para pronunciarlo, especialmente a través de una boca que reproduce tristemente todo tipo de impurezas (“טֻמְאָה”, “tum’ah”), y que a duras penas puede reconocer algunas manifestaciones del Creador y enunciar estas. Así, quienes hablan de casi setenta y dos nombres diversos para referirse a Él, nos están recordando que, confundidos en nuestros lenguajes finitos y limitados, distorsionamos incluso la realidad, cohabitando de alguna manera y retroalimentándonos de nuestros conocimientos egoístas.

El nombre del Creador es impronunciable y, por ello, al considerarlo sagrado, debería usarse solo en algunas de sus muchas características para hacer referencia respetuosa a Él. Por eso, se hace mención a un Creador misericordioso pero también justiciero, manifestaciones que mantienen la visión de un nombre indecible, descrito únicamente con las cuatro letras hebreas: יהוה (YHWH), del tetragrámaton, que algunas personas traducen como Jehová, expresión que está conectada con el verbo “ser” y que probablemente significa la búsqueda de la esencia de Él en nosotros.

Quienes, por el contrario, se expresan hacia Él como Adonai, obvian que ello significa “mis señores”, mientras que quienes lo llaman Adonai Tzevaot (יְהוָה צְבָאוֹת), palabra que aparece más de doscientas veces en la Biblia hebrea, lo ven como el Señor de los ejércitos, ya que los antiguos israelitas concibieron a ese Creador como el comandante de varias brigadas de soldados celestiales: ángeles, estrellas o las fuerzas de la naturaleza que componen el universo. Todas estas son características que, acompañadas incluso de lugares y momentos, le dan a esa palabra y sus diferentes significados otro tipo de perspectivas.

Desde el Génesis se nos revela la forma en que los patriarcas Abraham y Jacob han usado esos diferentes títulos enigmáticos para hacer referencia a su deidad. El concepto de אֵל שַׁדַּי (El Shadai), por ejemplo, tiene varias connotaciones, ya que esta palabra se compone de dos signos hebreos: El, que significa Dios, y Shadai, que tal vez está conectado a la palabra שדה (sadé), que significa campo, refiriéndose a ese Creador que se revela a su pueblo en el desierto. Aunque Shadai, por provenir de la palabra hebrea שד (sábalo), que significa “seno”, hace referencia a un Creador como una figura materna, que nutre y que nos retroalimenta a diario, lo que denota nuestra dependencia de Él.

El Texto de Textos nos revela en Mateo 5:34, “Pero yo os digo: no juréis de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono del Creador”. Oremos, alabemos, bendigamos, agradezcamos.

Oremos, alabemos, bendigamos, agradezcamos.

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