
Mi Kabbala – Jeshván 16, 5785 – Domingo 17 de noviembre del 2024
¿Pecado?
El Texto de Textos nos revela en Levítico 24.22, “Un mismo estatuto tendréis para el extranjero, como para el natural; porque yo soy Jehová vuestro Creador”.
Al concepto de pecado le damos diversas interpretaciones, pero la Biblia espera que lo entendamos como una separación temporal, apoyándonos para ello en el significado de la octava letra del alfabeto: Jet (ח), que significa “muro de defensa”, y que podemos trascender al dejar de alimentarnos de los frutos del árbol del conocimiento para, por fe, nutrirnos del árbol de la vida. Así, logramos tomar decisiones que nos llevan a actuar conscientemente bajo Su guía, vinculados a Su amor, y transformamos esa barrera ilusoria de nuestro ego que nos impide vislumbrar cómo podemos integrarnos necesitando de Su luz.
La salvación, desde una perspectiva macro, nos invita a limpiarnos de ese pecado (לְהַחטִיא), yendo más allá de actos de contrición, hacia un arrepentimiento genuino gracias a esa fe en nuestro Señor Jesucristo, quien nos redimió y nos dejó la guía de Su Espíritu para poder vivir conforme a Su amor. Este precepto orienta nuestra voluntad y nos permite comprender Su sacrificio, reconociendo así todas nuestras transgresiones, que nos apartaron de Él, y acercándonos gracias a ese magnífico regalo divino que significa ser Sus hijos, dejando de percibirnos separados hasta de nosotros mismos.
La letra Jet nos aporta conceptos como jatat (חַטָּאת), que ratifican que nuestra expiación, aunque nos haya contaminado y haga que nuestras decisiones sean corruptas y erradas por no alinear nuestro libre albedrío a Sus propósitos, no nos castigó; simplemente nos sometió a un proceso de reconocimiento de cómo maniobrar esa voluntad al reconocerle como Padre Celestial. Él es el redentor que hoy nos guía a través de Sus mandatos para que, como fragmentos, no sean nuestras alucinaciones las que nos sigan desorientando hacia la desobediencia, obviando esa esperanza eterna que nos llama a caminar hacia Su Luz, siendo para ello necesaria esa Su guía.
No se trata, por ende, de buenas obras, sino de fe, asumiendo ese rescate salvador del Creador como nuestra gran oportunidad. Es indispensable no solo creer en Él a través de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, sino creerle a quien nos envió para mostrarnos ese camino de reconciliación. Sabemos que no tenemos la capacidad de coordinar plenamente nuestra voluntad, lo que significa que seguimos errando y necesitamos un crecimiento integral a través de Su amor (ahava, אהבה), fluir que permite que sea Su voluntad la que guíe nuestro entendimiento y nos restaure.
Rebeca (Rivqah, רִבְקָה), “conexión”, nos muestra esa integración desde otra perspectiva distinta a la de la crucifixión, para que comprendamos que el pecado nos separó, pero que tenemos la posibilidad, voluntariamente, de retornar a nuestro estado original. Para ello, el mismo Espíritu Santo nos acompaña como guía, de modo que nuestras elucubraciones históricas no sigan distorsionando nuestra visión sesgada. Lo que reconocemos como nuestra razón tiene que ver más con nuestros desconocimientos que con la sabiduría divina. Por ello, tenemos toda una vida terrenal plagada de diversas circunstancias, para que aprendamos y crezcamos hacia ese objetivo celestial.
El Texto de Textos nos revela en Hechos 4:12, “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
Oremos para que el mundo entienda que nuestro Señor Jesucristo es nuestro salvador.