
Mi Kabbala – Shevat 15, 5785 – Jueves 13 de febrero del 2025.
El Texto de Textos nos revela enÉxodo 13:13, “Mas todo primogénito de asno redimirás con un cordero; y si no lo redimieres, quebrarás su cerviz. También redimirás al primogénito de tus hijos”
Poco comprendemos lo que significa la primogenitura, especialmente porque hemos ido perdiendo ese concepto, tanto como el de familia, obviando todo lo que ello simboliza como insumos de crecimiento, responsabilidades que como deberes de consanguinidad conllevan, un puesto de honor que nos llama a dedicarnos al Creador convirtiendo nuestra vida en una ofrenda, regalo, que denota la gratitud de devolver un poco de lo mucho otorgado por Él, redención, פָּדָה, padah, que nos aleja del pecado de la desobediencia al llevarnos a vivir en sus mandatos y preceptos.
Perspectiva que para algunos no es más que un rito o una costumbre, pero que nosotros los creyentes debemos asumir como propuesta de vida denotándole nuestra fe a ese hijo primogénito: nuestro Señor Jesucristo, quien nos redimió para reintegrarnos como familia, permitiéndonos con su acto de muerte y resurrección que nuevamente todos pudiéramos retornar como hijos a Su lado, pues somos pródigos, pero Él al encarnar al hijo primogénito de la Creación, segundo Adam, como ser supremo de este universo y cabeza, רֹאשׁ rosh, de todo lo creado nos rescató.
Todas las costumbres nos hablan de ser buenos hijos y buenos padres, redención que nuestro Señor Jesucristo nos plasma y reconforma Simeón quien en el Templo de Jerusalén en el trigésimo día de la vida terrenal de nuestro Salvador fue presentado allí como el Mesías, acto que tiene simbologías especiales para el comienzo incluso de nuestras vidas denotándonos que nuestra verdadera redención se genera al constituir una familia y guiar a esta por fe hacia ese final que no es la muerte, ni el sheol, שאול, sino la eternidad.
La palabra hebrea para primogénito es bejor, בְּכוֹר, proviene de la raíz BKR, בכר, término que en nuestro idioma significa temprano, reflexión que no nos dice mucho sino contextualizamos esa visión en nuestro Señor Jesucristo, por lo cual el apóstol Pablo nos recuerda que Él como primogénito de toda la Creación, nos redimió desde antes de nacer, desde el principio de la Creación, cuando como verbo se hizo carne y proyectó como Salvador, por lo tanto, desde antes de que alguien oyera hablar de Jesús de Nazaret, el plan de nuestro Creador para la humanidad estaba centrado en su llegada.
Qué bello que atendiéramos de una forma más consciente como creyentes todo lo que nos expresan las Sagradas Escrituras y nos dejáramos guiar por el Espíritu Santo para que no nos desviemos con otro tipo de reflexiones que dejan de apuntar a la esencia de todo el evangelio: nuestra salvación, Yeshúa, יֵשׁוּעַ y retorno a la casa de nuestro Padre Celestial. Morada que Él nos preparó desde el inicio con su primogénito el cual más temprano que tarde debe reinar en nosotros para que podamos disfrutar de sabernos todos como Él, hijos de nuestro misericordioso Rey Celestial.
El Texto de Textos nos revela en Lucas 2:27, “Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, 28 él le tomó en sus brazos, y bendijo al Creador, diciendo: 29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; 30 Porque han visto mis ojos tu salvación, 31 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; 32 Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel”.
Oremos para aceptar la redención que nos ofrece Nuestro Señor Jesucristo.