
MI Kabbala – Tevet 22, 5785 – Martes 21 de enero del 2025.
¿Invocación?
El Texto de Textos nos revela en Deuteronomio 6:4, “Oye, Israel: Jehová nuestro Creador, Jehová uno es”.
Los creyentes tenemos diversas formas de llamar o invocar a nuestro Creador, aún entendiendo que su nombre es impronunciable, más de acuerdo al tetragrámaton YHWH, se nos hace una insinuación en la Torá a través de estas cuatro letras, yud-hey-vav-hey, יהוה, muy significativas para el idioma hebreo, en el cual no hay vocales, lo que derivó en que los traductores nos hablen de Jehová desde la transliteración latina, o Yahvé, intentando llevar a nuestros idiomas estas visiones al respecto de identificarnos con un Creador que se comunica con nosotros a través del amor.
Hay quienes aducen que la raíz de este término significa ser, contexto original del concepto Yo Soy, el que Es, o aquel que trae el ser a la existencia, más el tema es tan profundo que hay quienes replican que Su nombre en sí mismo tiene poderes mágicos, idea que es aceptada en algunos textos cabalísticos, sonoridades e interpretaciones que nos llevan a conceptos como netinéo, nĕtı̂nı̂m, נְתִינִים, siervo o regalo, Iaô, el cual llevado al griego; Iaô, se cree proviene del antiguo Yahu y del samaritano Iabe, que a su vez viene del arameo Yaw, que al conjugarse parte de dicha raíz hebrea: YHWH.
Quienes relacionan estos conceptos con nuestras cuatro formas: punto, línea, plano y cubo, que desembocan quizá en la llamada hoy realidad virtual, 3D, nos dicen que esa misma combinación semiótica nos habla de su esencia, la que desconocemos en nuestras realidades producto de nuestros vacíos preceptos lineales, pero que si profundizamos en cada letra: Yud, como un punto, Hey, como plano, Vav,como línea y Hey, como figura, entenderemos que al vibrar estas con Su palabra se genera nuestra ilusión de vida, que como revelación: Hey,contiene la realización de nuestra forma material hecha por el Señor אָדוֹן, adon, para que nos pudiéramos comunicar con Él.
Por ello con nuestras palabras pecaminosas no debemos pronunciar Su nombre sagrado y menos intentar describirle: D’s, referencia que aunque aparece miles de veces en algunas Biblias hacen referencia más a algunas de esas cualidades, características o seudónimos con que ejemplariza nuestras vivencias, de allí que como Adonai o Señor, Elohim o la visión rabínica que prefiere clamarle como HaShem, השם, Shem Hameforash, u otras casi sesenta denominaciones debemos propender por desarrollar esa características divinas a Su imagen, asumiendo esos insumos para acercarnos más dejando que sea su Palabra la que purifique las nuestras.
Es por ello que la Viuda de Sarepta, צָרְפַת, TSarefát, nos enseña que Él cual orfebre nos está preparando a diario para que producto de nuestras creencias, visiones, interpretaciones o de nuestras reflexiones egoístas, nos dejemos guiar por Su Espíritu Santo para alcanzar ese crecimiento integral, que nos invita a evitar expresar, manipular y manosear el nombre de nuestro Creador, sabiendo que todas esas sus características solo nos deberían servir para reconocerle como nuestro Padre Celestial, siendo nuestras oraciones las que nos permitan ese acercamiento con Él, integrándonos más allá de cualquier palabra con su amoroso fluir.
El Texto de Textos nos revela en Juan 16:22, “en aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará”.
Oremos para que respetemos a nuestro Creador y no usemos su nombre en vano.