Back

Mi Parashá – Génesis 10:4

Nuestras relecturas bíblicas poco o nada consideran estas genealogías, que no solo ojeamos rápidamente, sino que además ignoramos si no las analizamos desde la gematría, lo que nos permite obtener, gracias al estudio de cada signo lingüístico y sus valores, una serie de conceptos que realmente nos proporcionan insumos para nuestro crecimiento integral.

Es por ello que los descendientes de Javán, otro de los hijos de Jafet, siendo cuatro: Elisá, Tarsis, Quitim y Dodanim, nos ofrecen, a través de sus denominaciones, no solo elementos históricos al explorar sus significados, sino también insumos al observar cómo estas civilizaciones, aunque no seamos descendientes directos de ellas, ejercen una enorme influencia en nuestras costumbres.

Javán (יָוָן – Yavan), por ejemplo, con un valor gemátrico de 66 (י = 10, ו = 6, נ = 50), nos da la idea de la importancia de aquellos conocimientos que deben llevarnos a reencontrarnos con la sabiduría divina. Quizás por ello, como gestor de la cultura griega, su legado lo percibimos en nuestro modelo mental filosófico y cultural.

Este mismo valor, al ser interpretado mediante la gematría, nos proyecta la dualidad mundial que nos llama al equilibrio, el cual, partiendo de lo material, debe llevarnos a lo espiritual. Estas lecturas, aplicadas a nuestros días, deberían posibilitar que atendamos ese llamado consanguíneo para dejar de lado las creencias que nos han desinformado y alinearnos con las divinas, que nos unifican a su voluntad.

Elisá (אֱלִישָׁה – Elishah), por su parte, con un valor gemátrico de 336 (א = 1, ל = 30, י = 10, ש = 300, ה = 5), es visto como el fundador de una civilización marítima, ya que su valor gemátrico sugiere exploración y expansión. Esto se desprende de la descomposición del número en 3 + 3 + 6 = 12, que a su vez se reduce a 1 + 2 = 3, llevándonos a la simbología de la creatividad, que, con sus manifestaciones, incluso es precursora de la cábala.

Tarsis (תַרְשִׁישׁ – Tarshish), con un valor gemátrico de 1210 (ת = 400, ר = 200, ש = 300, י = 10, ש = 300), es ampliamente conocido como quien inició la visión material de la riqueza a través del comercio. Aunque su valor gemátrico sugiere abundancia y recursos materiales, este número, al ser reducido: 1 + 2 + 1 + 0 = 4, nos habla principalmente de estabilidad y fundamento.

Esta interpretación nos permite comprender que, aunque Tarsis representa una línea dentro de nuestras búsquedas cotidianas, en su trasfondo nos habla de otra riqueza, la espiritual, que nos da verdadera estabilidad incluso en lo terrenal, convirtiéndose en un fundamento real para nuestra trascendencia.

Por su parte, Quitim (כִּתִּים – Kittim), con un valor gemátrico de 140 (כ = 20, ת = 400, י = 10, ם = 40), representa no solo esa región geográfica que eventualmente se asocia con Chipre y otras áreas costeras, sino que al reducirse a 1 + 4 + 0 = 5, nos da la idea de transformación y cambio, sugiriendo que Quitim podría simbolizar la adaptación y la evolución a través del tiempo.

Enseñanzas que también se desprenden del nombre Dodanim (דֹדָנִים – Dodanim), con un valor gemátrico de 114 (ד = 4, ו = 6, ד = 4, נ = 50, י = 10, ם = 40), que reducido a 1 + 1 + 4 = 6, nos sugiere perfección en el mundo físico, permitiéndonos vislumbrar esa rama de la familia que se expande y se establece, ya que el número 6 está vinculado con la armonía y el equilibrio en la creación.

Es por ello que los hijos de Javán, nietos también de Jafet, no solo representan diferentes aspectos de la expansión, el comercio, la adaptabilidad y la creación en el mundo antiguo, sino que nos trazan la descendencia física para ofrecernos lecciones espirituales sobre cómo las diferentes facetas de la humanidad se manifiestan y evolucionan a lo largo del tiempo.

Las pistas que esperamos que cada quien siga encontrando gracias a estas reflexiones nos deben llevar a comprender que todos cumplimos un rol preponderante en la historia espiritual de la humanidad, siendo necesario que, como Elisá, usemos mejor nuestra creatividad, que, como Tarsis, entendamos lo que realmente es la abundancia, que, gracias a Quitim, nos propongamos una verdadera transformación, y que, aprendiendo de Dodanim, busquemos esa armonía y equilibrio que mueve todo lo creado.

Aplicar estas enseñanzas desde nuestras propias vivencias y familias nos debe permitir asimilar de mejor forma que cada uno de nosotros cumple un rol en la creación, aportando ese equilibrio que, sumado a la abundancia de nuestros aportes, va adaptándose a todos esos entornos en los cuales interactuamos. Así que, con paciencia, debemos prepararnos para enfrentar nuestras trayectorias espirituales y materiales, reconociendo que estamos interconectados y que, por ello, debemos relacionarnos más con lo divino.

Leave A Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *