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Mi Kabbala – Nisán 24, 5785 – Martes 22 de abril del 2025

¿Adam?

El Texto de Textos nos revela en Éxodo 20:20, “y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino el Creador, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis”.

De la palabra Yesa (להושיע) proviene Yeshúa (Ieshúa) que significa Salvación, la cual contiene el tetragrámaton YHVH y de allí se deriva Josué o José, ancestro que filogenéticamente nos lleva al segundo Adam: Árbol de Vida, nuestro Señor Jesucristo, Creador humanado quien gracias a Su perdón nos devuelve a los frutos de la obediencia, a la vida eterna, Redentor, que nos evitó todos los inconvenientes, impedimentos, dificultades y riesgos que implica nuestra muerte terrenal, la misma que nos excluiría sin su Fe de la obra del Creador producto de vivir alejados de Su amor y de su guía.

Su mensaje salvador como acto supremo debe entenderse desde lo esencial, para aplicarlo en el día a día, atendiendo así nuestro proceso de crecimiento que conlleva una transformación interior, que le da a ese futuro incierto otra perspectiva en la que irradiamos Su luz en todos nuestros entornos exteriores al identificarnos con Su palabra, mandatos que simplemente nos reconfirman que Él nos lo dio todo y que quizá nuestra única labor adicional al obedecerle es la de agradecerle (todah, תודה), la de alabarle, la de entender que todo nos lo otorgó al darnos vida.

Percibirnos más allá del tiempo terrenal y como partes de un todo, nos obliga a la vez a sabernos intrínsecamente fusionados con cada partícula que contiene Su esencia lo que a su vez nos reitera que tenemos una trascendente que nos compromete con los otros a amarles, cultivando así nuestras mejores virtudes, esas que implican un servicio fraternal desinteresado en donde priorizamos el orar (פָּלַל, Palál) más que para pedirle, para alabar, para bendecir, para sabernos cada vez más cerca de Él.

Se trata de renacer en cada amanecer recibiendo esa gracia del Creador para así morir al pecado que simboliza la muerte, quizá por ello cada que nos acostemos deberíamos hacerlo con la satisfacción de saber que el nuevo amanecer nos regalará otra oportunidad de sabernos justificados de todos esos deseos impuros que nos cogobiernan y que implican nuestra lejanía simbólica con Él, mente que contiene un enorme poderío sobre nuestras vivencias debido a que seguimos coexistiendo en un lenguaje egocéntrico que nos invita a dar nuevos pasos, a purificarle, a separarnos pero de ese mundo idolatra (נִבְדָּל, nivdal) de lo pecaminoso y contaminado de nuestra naturaleza humana.

Aun la serpiente (נָחָשׁ, nakjásh) sigue tentándonos como a Eva y como ella nosotros continuamos cayendo, lo cual nos reitera de la necesidad de ser guiados por Su Santo Espíritu para nuestra diaria transformación, esa que poco tiene que ver con cambiar por fuera sino  el alejarnos de todo aquello que no nos permite vivenciar el mensaje salvador, ese que nos rescata del inframundo de los deseos en el que nos mantenemos fruto comer del árbol del conocimiento del bien y el mal, cuando debemos es elevar nuestra conciencia a la dimensión de la Luz dándole un nuevo sentido a todo al proyectarnos a la vida eterna, aquí y ahora gracias a nutrirnos de Su palabra.

El Texto de Textos nos revela en I de Corintios 15:21, “porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”.

Oremos para que el mensaje de Salvación del Creador resignifique nuestros días.

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