
Mi Parashá – Génesis 10:3
La descripción del árbol genealógico continuará durante todo este capítulo como una forma de llamarnos a no perder de vista los aportes que nos hacen nuestros ancestros y la línea genealógica a la que pertenecemos, lo cual implica entender de mejor forma nuestra utilidad dentro de la obra creadora y las habilidades a las que deberíamos responder en pro de acogernos a los propósitos divinos.
Gomer (גֹּמֶר), con un valor gemátrico de 243 (ג = 3, מ = 40, ר = 200), también se puede relacionar con la idea de culminación o finalización, ya que la comparación que nos permite este número sugiere que parte de sus descendientes pueden representar el final o la perfección de ciertos procesos.
Por su parte, Ashkenaz (אַשְׁכְּנַז), con un valor gemátrico de 358 (א = 1, ש = 300, כ = 20, נ = 50, ז = 7), nos lleva a encontrar algunas concordancias con la palabra “משיח” (Mashíaj – Mesías), dándonos la idea de poder encontrar a través de esa línea genealógica una conexión con la redención y la salvación en un nivel profundo y místico.
Es por ello que quienes realizan estudios más profundos al respecto llevan estos hasta la línea de David y, en el caso de los creyentes, a nuestro Señor Jesucristo, una perspectiva que nos da nuevos insumos para atender no solo los datos que nos proporcionan estos nombres y sus genealogías, sino también nuestros propios aportes recibidos de esos ancestros, que legaremos a nuestras nuevas generaciones.
Rifat (רִיפַת), con un valor gemátrico de 589 (ר = 200, י = 10, פ = 80, ת = 400), está asociado con conceptos de fuerza y estabilidad, representando una base sólida en las generaciones. Y Togarmah (תֹגַרְמָה), con un valor gemátrico de 654 (ת = 400, ג = 3, ר = 200, מ = 40, ה = 5), asociado con varias naciones antiguas, representa la expansión y el establecimiento de nuevas civilizaciones. Ya que el número 654, al descomponerse en 6 + 5 + 4 = 15, y luego en 1 + 5 = 6, nos habla de perfección física en el mundo material.
Gracias a esta enumeración de los hijos de Gomer, nietos de Jafet, podemos reflexionar no solo sobre la transmisión de legados y la expansión de la humanidad, sino también sobre cómo influimos en la misma historia de la creación, un libro de la vida que nos llama a construir nuestras vivencias sobre una base sólida para expandir nuestra influencia en las nuevas civilizaciones.
Al reconocer esto, podemos construir sobre nuestras raíces, utilizando la fuerza, la estabilidad y el propósito divino como guías para nuestra expansión personal y colectiva, ya que, con paciencia y esperanza, podemos transmitir nuestros legados, asegurándonos de que lo que dejamos atrás contribuya al bienestar y la redención de futuras generaciones.