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Mi Parashá – Génesis 1:29

Él nos provee y, con ello, establece una relación especial entre los seres humanos y la naturaleza. La expresión “עֵשֶׂב זֹרֵעַ זֶרַע” (Esév zore’a zera): “Planta que da semilla”, en la que “עֵשֶׂב” (Esév, planta o hierba) tiene un valor gemátrico de 162, nos transmite el mensaje de crecimiento y renovación constante, ya que toda semilla es un símbolo de potencial y continuidad. Esto indica que la provisión del Creador no es solo para el momento presente, sino para la eternidad.

La expresión “פְרִי־עֵץ” (Peri-etz) nos recuerda, por lo tanto, que el árbol (עֵץ, Eetz) como símbolo de vida y conocimiento, forma parte de un proceso de maduración y crecimiento. Por ello, comer del fruto sugiere la idea de nutrirse no solo físicamente, sino también espiritualmente de las semillas que allí se encuentran, como en el caso del árbol de la vida, de su esencia divina, y en el del conocimiento, del bien y del mal.

El número 29 (כ”ט) se relaciona, por su valor, con la palabra “אהב” (Ahab), “amar”, lo que significa que la provisión del Creador a la humanidad está impregnada de ese amor divino, que se manifiesta en la abundancia y en el cuidado que Él tiene por sus criaturas. Este amor nos llama a la generosidad, a la gratitud, a la confianza, ya que no solo nos creó, sino que nos proveyó de todo lo necesario para nuestro sustento y crecimiento.

Nuestra provisión es, entonces, un acto de amor divino que nos invita a ser conscientes de la abundancia que nos rodea y a vivir en gratitud. La mención de las plantas y los árboles que dan semilla es un recordatorio de nuestra naturaleza y de cómo Él, a cada instante, renueva lo que es un símbolo de la perpetuidad de la vida.

El seguir apropiándonos y mal usando los recursos que nos ha dado solo denota que no nos unimos a Su sabiduría, y al no articularnos a ella, antivalores como el irrespeto se convierten en nuestros “frutos”. Es prioritario nutrirnos espiritualmente del conocimiento y la sabiduría que nos acercan a lo divino, alimentándonos en pro de nutrir no solo nuestro ser, sino también nuestra alma.

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