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Mi Parashà – Gènesis 2:10

El “río que sale de Edén”, interpretado como la emanación de la energía divina que fluye hacia el mundo creado, representa la esfera de Keter (Corona), ya que Él es la fuente de toda vida y bendición. Por lo tanto, ese río, desde la sefirá de Jojmá (Sabiduría), debe ser canalizado a través de la energía de Keter para irradiar su Luz hacia las esferas inferiores.

La división de dicho río en cuatro afluentes principales representa, además, que esa energía divina se ramifica en diferentes direcciones para dar vida y sustento al mundo. Desde una lectura más profunda, esos cuatro ríos corresponden a las cuatro letras del Tetragrámaton (YHWH), el nombre divino, simbolizando la expansión de la energía divina en el universo.

La gematría, por su parte, nos habla de “נהר” (Nahar – río), “עדן” (Edén) y “גן” (Gan – jardín). Al buscar conexiones adicionales y darle a cada una de estas palabras un valor numérico, revela una interesante correlación simbólica entre los cuatro mundos y los cuatro ríos, ya que ambos mensajes nos hablan de los niveles de manifestación de la energía divina. Mientras que los cuatro ríos Pishón (פִּישׁוֹן), que rodea toda la tierra de Havilá, donde hay oro, simboliza la abundancia y el potencial no materializado, siendo un río que fluye libremente, Guijón (גִּיחוֹן), que rodea toda la tierra de Cus, se asocia con la vitalidad y la vida en expansión. Hidekel (חִדֶּקֶל) – Tigris, que corre al oriente de Asiria, representa la rapidez y la claridad en el flujo de energía y conocimiento, mientras que Perat (פְּרָת) – Éufrates, simboliza el crecimiento y la fertilidad, siendo el río que se expande y nutre.

Desde esta perspectiva y buscando un paralelismo entre Pishón y Atzilut (Mundo de la Emanación), se destaca la abundancia en ambos, ya que en dicho mundo se refleja la energía divina como Luz Infinita, que se emana en su forma más pura y sin distorsión.

Por su parte, Guijón y Beriá (Mundo de la Creación) nos hablan de la vitalidad, correlacionándose con Beriá, donde la creación comienza a tomar forma y las ideas se desarrollan y estructuran. La vitalidad de Guijón refleja el proceso creativo y el nacimiento de la forma.

Hidekel y Yetzirá (Mundo de la Formación) representan la rapidez y claridad, haciendo un paralelo con Yetzirá, donde las formas comienzan a tomar una estructura más definida. Este río, con su flujo claro y rápido, simboliza la concreción de las ideas en una forma organizada y coherente.

Finalmente, Perat y Asiyá (Mundo de la Acción) reflejan el crecimiento y la fertilidad, asociándose con Asiyá, el mundo de la acción y la materialización. Así como el Éufrates nutre y sostiene la vida, Asiyá es donde las ideas y energías divinas finalmente se manifiestan en el mundo físico.

Esta reflexión nos invita a que, así como el flujo de la energía divina se emana desde su forma más pura hasta su manifestación en el mundo físico, asumamos nuestros procesos de crecimiento atendiendo estos aspectos, que se reflejan como señales y mensajes en todo lo creado. Al igual que los ríos nutren y sostienen la tierra, los cuatro mundos representan el proceso por el cual la divinidad nutre y sostiene toda la creación en diferentes niveles de realidad.

Esa realidad, que para nosotros es ilusoria, es fruto de nuestro pecado y de la oscuridad de nuestras mentes, por lo que es necesario iluminar nuestro entendimiento para irradiar esa vida en pro del crecimiento de lo Creado, permitiendo así que la energía divina fluya a través de nosotros, nutriendo y desarrollando nuestras propias capacidades y potenciales en diferentes niveles de nuestra existencia.

Así como el río de Edén se divide para nutrir el jardín, podemos considerar cómo nuestras propias intenciones, deseos, emociones, interacciones, palabras y pensamientos fluyen, ya sea a través de esos canales en armonía con la energía divina o en otros escenarios, afectando no solo nuestras vidas, sino también las de quienes nos rodean.

No perdamos de vista que nuestras intenciones se convierten en deseos, luego en pensamientos, seguidamente en palabras y emociones que finalmente se convierten en interacciones e interrelaciones, afectándonos a nosotros y a todo lo que nos rodea. Esto implica no seguir reproduciendo alucinaciones egoístas ni prolongando y magnificando separaciones.

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