Mi Parashà – Génesis 4:15
La creación funciona bajo un orden, un equilibrio que, en el caso humano, podemos romper debido a nuestro libre albedrío, aunque afortunadamente siempre contamos con la misericordia divina mientras nos acojamos a ella. A pesar del grave pecado de Caín, el mismo Creador protege su vida a través de una “señal” que impide que actúe la justicia y, por ende, que sea asesinado. Esta protección, que puede verse como un acto de misericordia, es similar al que más adelante, en el dintel de las puertas de los esclavos judíos en Egipto, permitió que la muerte pasara de largo.
La sangre de nuestro Señor Jesucristo, como señal, nos salva. El término “señal” (אֹת, “ot”) tiene un valor numérico que simboliza un pacto o un signo divino, un símbolo o marca que denota la presencia divina incluso en un estado de alejamiento espiritual. Es un recordatorio de nuestro pecado, pero también de nuestra redención o salvación.
Esta protección divina, aunque Caín esté en exilio, nos recuerda que la misericordia de Dios siempre está al alcance. El número 7 es mencionado en relación con la venganza que caería sobre quien matase a Caín, expresando así la completitud y el ciclo de la creación. La justicia divina es completa y perfecta, abarcando todos los aspectos de la existencia.
El número siete tiene un significado profundo y multifacético tanto en la cábala como en la gematría, y es considerado uno de los números más importantes en la tradición judía y mística. El número siete es visto como un símbolo de perfección y completitud, reflejando la creación del mundo en siete días, que representan la culminación y la plenitud de la creación divina. Este ciclo completo en la naturaleza y en el tiempo culmina con el séptimo día, santificado como el día de descanso y conexión espiritual con el Creador.
Aunque las sefirot son diez en total, siete de ellas son consideradas las “emocionales” o “atributivas” (Chesed, Gevurah, Tiferet, Netzaj, Hod, Yesod y Maljut), ya que representan la forma en que las energías divinas se manifiestan en el mundo físico y en la experiencia humana. Este número simboliza el punto de unión entre lo físico y lo espiritual.
El número siete se asocia con la letra hebrea ז (Zayin), que tiene un valor numérico de 7 y connota la idea de “arma” o “instrumento”, un símbolo de poder que denota la capacidad de actuar en el mundo. Es por esto que la palabra שָׁבוּעַ (Shavua, “semana”) refleja esa estructura sagrada del tiempo en ciclos de siete.
Hay un orden divino en nuestras vidas que debemos entender, usando cada instante de nuestro tiempo como una oportunidad tanto para el trabajo como para el descanso, buscando esa armonía en nuestras acciones diarias. Desde esta perspectiva, todo nos demuestra que fue necesario que Él mismo asumiera la carga del pecado y nos otorgara la gracia de la redención. Esta dualidad de la justicia y la misericordia forma parte de nuestra vida terrenal, pero también de la espiritual.
Aunque los seres humanos, como Caín, seguimos siendo irresponsables y cometiendo crímenes atroces, Él no nos ha desechado. Nos dejó Su señal, la cruz, que es a la vez nuestra protección. Por ello, incluso en los momentos de mayor oscuridad, tenemos la posibilidad de redención gracias a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, quien como “señal” permanece como recordatorio de que, aunque nos hayamos desviado, todavía existe un camino de retorno.
Cuando se nos llama a perdonar hasta setenta veces siete, se nos pide que evitemos ser rápidos para juzgar o condenar a otros, y que recordemos que todos estamos recorriendo ese camino de aprendizaje y redención gracias a la protección que Él nos ofrece. Esta protección nos insta a ser más compasivos y a proponernos ayudar a los demás a encontrar su camino de regreso, en lugar de imponerles más cargas o castigos irreparables.