Mi Parashá – Génesis 4:26
La historia espiritual de la humanidad cambia con la llegada de Set y Enós, momento en que se empieza a invocar el nombre del Creador, lo que indica un desarrollo en la conciencia y la práctica espiritual. Enós (אֱנוֹשׁ), que significa “hombre” o “ser humano”, con un valor numérico de 357, denota una figura muy importante en este proceso, ya que su nacimiento representa el inicio de una nueva etapa en la humanidad.
Su nombre simboliza la fragilidad y la mortalidad del ser humano, pero, a la vez, la conciencia de la dependencia de lo divino, lo que lleva a la necesidad de invocar el nombre de nuestro Padre Celestial. La frase “invocar el nombre del Señor” (YHWH) implica un reconocimiento de la presencia divina en el mundo y un esfuerzo por conectarse con esa presencia.
Este acto es una alineación espiritual, donde la humanidad comienza a buscar una relación directa con lo divino. Este acto también puede marcar el inicio de la oración formal y la espiritualidad comunitaria. Con el tiempo, la humanidad comenzó a desarrollar una mayor conciencia de su relación con lo divino y de la necesidad de conectarse con Él.
El desarrollo de la conciencia es crucial para el crecimiento espiritual, y el hecho de que comience en la generación de Enós puede verse como un paso importante en el progreso espiritual de la humanidad. Esa fragilidad humana, a su vez, denota la capacidad de elevarnos espiritualmente a través del Creador y su guía, ya que, aunque somos débiles y mortales, tenemos el potencial de alcanzar la eternidad.
El concepto הוּחַל (Huchal, “se comenzó”), con un valor numérico de 53, denota ese inicio de un nuevo ciclo, una nueva era en la relación entre la humanidad y lo divino. Por ello, בְּשֵׁם יְהוָה (B’shem YHWH, “en el nombre del Señor”), con un valor numérico de 393, subraya la importancia del nombre al invocarlo, atrayendo su energía. La oración es fundamental para la práctica espiritual.
La oración como acto de invocación es una forma de conectar el mundo físico con lo divino, elevando nuestra conciencia y alineándonos con su voluntad. La generación de Enós marca el comienzo de esta práctica, lo cual nos anima a hacer de la invocación y la oración una parte regular de nuestra práctica espiritual.
Al revisar ese orden cronológico en la estructura de nuestra genealogía, podemos extraer, como en este caso, una nueva narrativa que nos permita reconectarnos no solo con esos temas y personajes, sino con el Creador, quien a través de estos y sus intervenciones nos recuerda que, aunque confundidos, Él sigue guiándonos.