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Mi Parashà – Génesis 5:16

La reducción de nuestros años de vida en comparación con los tiempos bíblicos iniciales nos muestra que, en esos primeros tiempos en que habitaron nuestros ancestros, el mundo estaba en un estado espiritual más elevado y más cercano a su origen divino.

La humanidad estaba más alineada con la voluntad del Creador, y como resultado, los cuerpos humanos reflejaban esta pureza espiritual, permitiendo una vida mucho más larga. A medida que la humanidad se fue alejando de su conexión directa con lo divino, debido al aumento del pecado y la degradación moral, también disminuyó la calidad espiritual del mundo.

Este descenso espiritual se reflejó en la reducción de la longevidad humana. El pecado no solo introdujo la mortalidad en la humanidad, sino que también inició un proceso de debilitamiento gradual del cuerpo humano. Quizá por ello, desde el mismo momento en que nacemos, el cuerpo comienza su propio conteo hacia la muerte.

Aunque las primeras generaciones aún mantenían gran parte de la vitalidad original, con el tiempo, los efectos del pecado fueron acumulándose, resultando en una disminución de la longevidad. Así, cada generación no solo hereda los pecados de las anteriores, sino que también añade los suyos, una acumulación de negatividad espiritual que trae consigo la reducción de la vitalidad humana.

A medida que la espiritualidad del mundo disminuyó, se hizo necesario que las almas completaran su tikkun en menos tiempo, lo que se refleja en una vida más corta. Se cree que la intensificación de la misión espiritual de cada persona en la actualidad requiere un enfoque más concentrado en la vida, lo que también puede explicar la menor duración de la misma.

Está claro que esa longevidad estaba relacionada con un mayor shefa, o flujo de energía divina, hacia el mundo. Con la disminución del mérito espiritual de la humanidad, también se ha reducido este flujo, lo que se refleja en vidas más cortas.

El mundo físico también ha cambiado desde los tiempos antiguos. La naturaleza misma de la Tierra y los cuerpos humanos se han vuelto menos resistentes y más susceptibles al desgaste. Este cambio en la condición física del mundo también ha contribuido a la reducción de la longevidad.

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