Back

Mi Parashà – Génesis 5:3

Nuestro tiempo de existencia en este planeta, aunque parece tener un promedio que después de Adán y, de acuerdo con algunas creencias, a través de Moisés se regularizó en unos ciento veinte años, lo cierto es que, mirado desde la eternidad, no es más que un abrir y cerrar de párpados. Instantes que construyen una secuencia de imágenes y conceptos, que además edifican la continuidad de nuestra especie, fruto de la transmisión de nuestra esencia, la cual es más espiritual que material.

La frase “בִּדְמוּתוֹ כְּצַלְמוֹ” (“a su semejanza, conforme a su imagen”) destaca que Set no solo heredó las características físicas de Adán, sino también su naturaleza espiritual, lo que nos reitera la importancia de atender esa transmisión genética que, partiendo de nuestra semilla aparentemente física, entrega a ese nuevo ser unos frutos que lo retroalimentarán física, mental, moral y espiritualmente.

Es por ello que el nombre “שֵׁת” (Shet) se relaciona con la palabra “שָׁת” (Shat), que significa “colocar” o “fundamentar”, denotando que este ser tiene un enorme fundamento y una base sólida para la humanidad después de la caída y de la tragedia de Caín y Abel. Esta línea genealógica, que aunque parece terrenal, realmente es divina y nos llama a una transformación desde esos aspectos duales de nuestra humanidad.

“שֵׁת” (Shet), por su valor 700 (ש=300, ת=400), simboliza plenitud y, por lo tanto, la conclusión de un ciclo, dentro de los muchos que tenemos que experimentar, tanto a nivel individual como general, como masa crítica.

Esto significa que todas nuestras vivencias particulares se suman, y gracias al nacimiento de personajes como Set, se nos da la posibilidad de que ese nuevo ciclo para la humanidad sea distinto al destinado por el pecado de Caín, intentando reorientarnos hacia esa línea espiritual que, partiendo de Adán, busca la pureza divina.

Es allí donde nuestro Señor Jesucristo, como segundo Adán, se humaniza como Mesías, haciéndose a nuestra semejanza “דְמוּתוֹ” (demuto), valor gemátrico de 496 (ד=4, מ=40, ו=6, ת=400, ו=6), que tiene el mismo valor que la palabra “מלכות” (Maljut), que significa “reino” o “soberanía”. Esto nos denota que heredamos, como Set, no solo la imagen física de Adán, sino también esa soberanía espiritual que se manifestará en todos nuestros descendientes cuando nos reconozcamos como hijos del Creador.

La continuidad espiritual nos llama a tener muy presente la importancia de la transmisión de valores y de esa nuestra esencia para las generaciones futuras, en lugar de preocuparnos por su futuro desde los bienes materiales terrenales. Debemos ocuparnos de su eternidad desde esas experiencias espirituales celestiales.

Cada ser humano que nace en este plano, y que es producto de la fragmentación que se generó desde Adán, contiene esa chispa de luz divina, una esencia que, entendida como alma, se lega a cada nueva generación. Aunque a veces lo desconozcamos, estamos irradiando ese potencial que le posibilita a ese ser, desde su libre albedrío, un nuevo comienzo.

Así que cada progenitor debe entender ese “fundamento” sobre el cual espera que su hijo consolide y construya una vida significativa, que nos permita trascender a todos hacia la eternidad. Esa perspectiva divina nos inspira a hacernos conscientes de todo lo que reproducimos fruto de nuestras inconsciencias e inconsecuencias egocéntricas terrenales, para corregir el rumbo asumiendo las cualidades espirituales y morales que también se nos han transmitido y que deben proliferar en nuestras comunidades.

Set, como nuevo pilar de la humanidad, nos recuerda que, a pesar de las adversidades y errores del pasado, siempre hay una oportunidad de restauración y crecimiento, lo cual nos anima a centrarnos en construir una base espiritual sólida tanto para nosotros como para esos seres que vienen después de nosotros. Necesitamos dejar de prolongar y magnificar desinformaciones y caos, para nutrirlos con el fundamento que significan los principios y preceptos bíblicos.

Somos a semejanza de Él, a Su imagen, por ende, lo que llevamos dentro es su esencia, aunque nos empeñemos en negarlo. Se trata, entonces, de comprender mejor nuestro rol fundamental y de continuidad como humanidad, en pro de irradiar desde nuestros seres esa expresión que, como señal presente en todo y en todos, nos reproduce ese mensaje que contienen los propósitos divinos.”

Leave A Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *