
Mi Parashá – Génesis 6:10
A partir de este versículo, la trinidad que cogobierna nuestra dimensión terrenal se vislumbra en los tres hijos de Noé. A través de algunas de sus características, se nos incita a comprender que, aunque no se repetiría un diluvio como resultado de un juicio, sí se darían nuevos ciclos tras su humanización, para que entendiéramos que Su gracia es tal, que, aun sabiendo que no merecíamos ser creados y mucho menos Su misericordia, Él nos rescataría.
El concepto de “engendró hijos” con que se enmarca este versículo, “וַיּוֹלֶד נֹחַ שְׁלֹשָׁה בָנִים” (Vayoled Noaj shloshah banim), ו (Vav) = 6, י (Yod) = 10, ל (Lamed) = 30, ד (Dalet) = 4, נ (Nun) = 50, ח (Chet) = 8, ש (Shin) = 300, ל (Lamed) = 30, ש (Shin) = 300, ה (He) = 5, ב (Bet) = 2, נ (Nun) = 50, י (Yod) = 10, ם (Mem sofit) = 40, y su valor total de 845, nos indica que Sem, Cam y Jafet, como ancestros de todas las naciones que surgieron después del diluvio, marcarían caminos distintos, pero que deberían llevarnos a un mismo final.
El número 845 se descompone en 8 + 4 + 5 = 17, y 1 + 7 = 8, un número asociado con la trascendencia y lo que está más allá del ciclo natural de siete días. Así que los hijos de Noé representan un nuevo comienzo y una trascendencia del estado anterior de la humanidad al nuevo, una redención que, como hijos, nos llama a salir del sentido biológico de la vida y enfocar nuestros proyectos y acciones, aquellos que engendramos, en pro de esa vida trascendente.
Es por ello que Sem “אֶת־שֵׁם” (Et-Shem), א (Alef) = 1, ת (Tav) = 400, ש (Shin) = 300, ם (Mem sofit) = 40, total 741, como primogénito nos recuerda que nuestro “nombre” o “reputación” va mucho más allá de nuestra identidad genealógica terrenal, para sabernos como seres espirituales vivenciando esta experiencia material. Su descendencia guía el rumbo de los semitas.
Generaciones que son vistas como portadoras de un legado espiritual particular, del cual derivan los patriarcas bíblicos, Abraham, Isaac y Jacob, de quienes revivimos las enseñanzas espirituales de nuestras creencias y esa fe monoteísta, luz de nuestro camino. El valor 741 se descompone en 7 + 4 + 1 = 12, y nos habla de las doce tribus de Israel y de los doce apóstoles como iglesia.
Por su parte, Cam “אֶת־חָם” (Et-Cham) – “a Cam”, א (Alef) = 1, ת (Tav) = 400, ח (Chet) = 8, ם (Mem sofit) = 40, valor total 449, como segundo hijo de Noé, nos habla del calor o del sur, siendo sus descendientes los egipcios y los cananeos. El valor 449 se descompone en 4 + 4 + 9 = 17, y 1 + 7 = 8, y se asocia con la trascendencia y la renovación, por lo que Cam, a pesar de sus actos problemáticos, juega un papel en la diversidad y expansión de la humanidad.
Dualidades que se encuentran en nuestras propias vidas, como el calor que puede ser tanto vital como destructivo, lo que nos llama a entender que estos hermanos necesitan de nuestra misericordia y amor, más que de ninguna otra cosa, por lo que, además de la fe de Abraham, necesitamos del amor y la misericordia que recibió Cam.
Por su parte, Jafet, “וְאֶת־יָפֶת” (Ve’et-Yafet) – “y a Jafet”, ו (Vav) = 6, א (Alef) = 1, ת (Tav) = 400, י (Yod) = 10, פ (Pe) = 80, ת (Tav) = 400, valor total 897, como tercer hijo de Noé, se asocia con la belleza o expansión, por lo cual es considerado el ancestro de los pueblos indoeuropeos, algo así como nosotros los gentiles, ya que ese valor de 897 se descompone en 8 + 9 + 7 = 24, y 2 + 4 = 6, en la búsqueda de armonía y equilibrio entre los tres hermanos.
Esto sugiere que Jafet tiene un papel en la expansión de la civilización y en el establecimiento del orden, donde la bondad conlleva a la expansión en nuestras vidas, siendo esta más ética que estética, ya que, así como expandimos nuestras ideas y nuestras influencias, debemos buscar que todo fluya de forma armoniosa y equilibrada.
Tres nombres que representan aspectos importantes de la humanidad, por lo que el desafío nos llama a reflexionar sobre lo que estamos creando y cómo esas creaciones pueden trascender el estado actual del mundo, para que nuestro legado vaya más allá de un buen nombre y contribuya al crecimiento y no al caos, necesitando siempre de esa expansión de la armonía tanto en nuestras vidas como en el mundo que nos rodea.