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Mi Parashá – Génesis 6:21

Entre las muchas enseñanzas que podemos obtener, incluso al observar la grafía de los signos lingüísticos hebreos y hasta de los nuestros, podemos asimilar que el acto de recolectar y almacenar alimento no solo tiene un significado práctico, sino también una enorme enseñanza espiritual.

Entender esto nos permite atender el llamado a la preparación espiritual y a la responsabilidad de prever y cuidar tanto de uno mismo como de los demás, ya que el concepto de alimento (מַאֲכָל, maajal) simboliza no solo el sustento físico, sino también el llamado a nutrirnos de Su palabra, de los frutos del árbol de la vida, recolectando esas semillas a diario para poder sobrevivir, especialmente durante nuestros “diluvios”.

Noé debía asegurar la continuidad de la vida y de la conexión con lo divino, por lo que debía prever todo lo necesario. Esta enseñanza nos llama no tanto a la acumulación de bienes y servicios en nuestras bodegas terrenales, lo que nos lleva al egoísmo, sino a la acumulación de méritos y virtudes que realmente sostengan nuestra alma para poder soportar los tiempos difíciles.

La palabra “maajal” (מַאֲכָל), “alimento”, tiene un valor numérico de 91, que es una combinación significativa de los nombres divinos YHVH (יהוה) y Adonai (אדני), los cuales suman 26 y 65 respectivamente, totalizando 91. Esto nos sugiere que el alimento proveído por Noé era verdaderamente beneficioso porque contenía una bendición divina, la misma que deben tener cada una de nuestras acciones si deseamos recolectar nutrientes que nos preparen para ser útiles y servir a los propósitos divinos, antes que a los nuestros.

El verbo “veasáfta” (וְאָסַפְתָּ), que significa “almacenar”, tiene un valor numérico de 479, lo que puede interpretarse como un acto de reunir fuerzas espirituales para el futuro. Esto nos enseña la importancia de la previsión y la preparación, especialmente en lo espiritual, lo que no descontextualiza lo material, siempre y cuando esto no nos lleve a apegos egoístas ni a intentar adueñarnos de las cosas que, además, deben ser útiles para toda la obra.

Debemos ser responsables y estar preparados para tiempos de adversidad, no solo para nosotros, sino también para aquellos que dependen de nosotros. El verdadero sustento proviene de Él, quien nos dio en el campo físico todos los insumos, previendo incluso nuestra falta de cultivo, pero sobre todo nos da a diario un nutriente espiritual que, siendo Su palabra, hace que todo vibre y fluya para nuestra armonía.

Nuestras acciones, nuestras oraciones y nuestra conexión con lo divino deben aprender de la diligencia de Noé, que lo llevó a recolectar y preservar lo necesario para sostener no solo a su familia sino a todas las especies en tiempos del diluvio. Debemos asegurarnos de que nuestras acciones estén alineadas con la voluntad divina, la cual debemos escuchar a través de nuestras oraciones.

Estos espacios de comunicación deben minimizar sus pedidos y quejas para enfocarse en reflexionar sobre cómo podemos prepararnos mejor para los desafíos de la vida, tanto material como espiritualmente, siendo previsores y seres prestos a cuidar de nosotros mismos y de los demás, reconociendo que nuestras acciones diarias, incluso las más simples como recolectar alimento, pueden tener un profundo significado espiritual cuando se hacen con intención y conciencia.

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