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Mi Parashá – Génesis 7:5

El concepto de “obedecer” no se limita a la simple sumisión a un mandato, sino que implica una alineación profunda con las leyes cósmicas y divinas que rigen el universo, una perspectiva que debe sintonizarnos con la Voluntad Divina y Su Palabra, logrando que nuestras acciones se alineen con esos principios espirituales elevados gracias a un acto consciente de ajustarnos a esa estructura espiritual del universo, proponiendo armonía en pro de esa reconexión como hijos.

Obedecer “לציית” (Latzayet), tiene un valor numérico: ל (Lamed) = 30, צ (Tzadik) = 90, י (Yod) = 10, ת (Tav) = 400, para un total de 530. Este concepto nos invita a una obediencia y sumisión como la de Noé, quien, siendo imperfecto, se perfecciona al colocar su voluntad al servicio de la creación, en pro de esa armonía que traería la redención.

Es un compromiso con el Creador, quien nos dotó de unos dones para que fuéramos útiles a su obra y que nos genera esa responsabilidad de ser un modelo a seguir. ‘Noaj’ (נֹחַ), con un valor gemátrico de 58, nos reitera que toda recompensa espiritual proviene de la obediencia al Creador.

Así es como el concepto ‘Tzivahu’ (צִוָּהוּ), “mandó”, implica no solo recibir una orden, sino también esa conexión directa con la voluntad del Creador, quien nos dio mandamientos (Mitzvá) como un canal que nos conecta con lo divino a través de lo terrenal, eso sí, bajo el cumplimiento de los mandamientos, los cuales a su vez nos revelan esa luz divina en el mundo.

La acción de Noé al hacer exactamente lo que el Creador le ordenó refleja el concepto de “Bitul”, en donde se da la anulación del ego personal para permitir que la voluntad divina se manifieste plenamente, un escenario esencial en el proceso de rectificación (Tikkun), donde el ser humano se convierte en un vehículo para la luz divina.

Siendo la obediencia y la alineación con la voluntad divina en nuestras vidas un modelo para trabajar tras esa fidelidad y sumisión, la misma enseña que a través de la obediencia podemos alcanzar la paz y el descanso espiritual, que son las verdaderas recompensas del cumplimiento de nuestra misión en este plano terrenal. Así que, al enfrentar nuestras propias decisiones y desafíos, deberíamos buscar la guía divina y esforzarnos por actuar en armonía con ella.

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