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Mi Parashà – Génesis 9:14

Las nubes (עָנָן, anan) como concepto regularmente simbolizan aspectos de ocultación y revelación, debido a que esa capa en nuestro plano oculta la luz del sol. Sin embargo, ellas reflejan todo un proceso de transformación del agua, sin el cual no sería posible que se formara dicho arco. Por lo tanto, esas nubes también nos manifiestan que somos nosotros quienes nos estamos ocultando del Creador, quien se nos revela todo el tiempo a través de todo lo creado.

Y es que, así como se requiere de la oscuridad para que se pueda vislumbrar la luz, las nubes en nuestras vidas nos expresan que necesitamos de esos momentos de oscuridad o dificultad para poder atender y entender con mayor claridad la revelación divina, la cual, desde esa lectura, podrá manifestarse de manera más clara.

Así es como el arco iris debe entenderse como una manifestación de luz y color que emerge de la oscuridad, simbolizando esperanza y renovación en nosotros. Es por ello que la palabra nube, “עָנָן” (anan), con un valor de 170 (ע=70, נ=50, נ=50), debe asociarse con procesos de transformación, donde lo que parece oscuro o oculto en nuestras vidas tiene el potencial de revelar la luz y la presencia divina cuando se percibe desde la perspectiva correcta.

Números que nos permiten, incluso a través de fórmulas, expresar lo que nuestro lenguaje finito y limitado con la combinación de sus signos lingüísticos no alcanza. Por lo tanto, al releer desde la gematría el concepto de arco, “הַקֶּשֶׁת” (haqeshet), debemos ver en esas mismas nubes, así como en el arco, nuestra conexión con lo divino desde lo terrenal.

Y aunque no logremos percibir el arco iris, también debemos mantenernos en la esperanza de su promesa, esa que nos habla de la continuidad de la vida; por ende, somos eternos. Esto quiere decir que todas sus señales y mensajes nos llaman a entender, desde estos momentos de oscuridad, que Su luz nos guía y que debemos aprender a leer sus manifestaciones y revelaciones.

El arco iris aparecerá en las nubes como una señal visible del pacto entre Él y nosotros, un recordatorio tangible de la promesa divina de no destruir nuevamente nuestras vidas, sino de purificarnos con Su amor misericordioso. Así como el arco iris emerge después de la tormenta, las bendiciones y la luz pueden emerger de los desafíos si mantenemos nuestra fe y esperanza.

Por lo tanto, todas nuestras pruebas son oportunidades para que la luz divina se revele en nuestras vidas. Esas nubes, entendidas como dificultades que parecen ocultar Su amor, el que nos ilumina a diario, solo nos llaman a buscar ese potencial interior para que se dé esa revelación Suya, y con ella, todo lo hermoso y positivo que, al igual que el arco iris, impactará nuestras visiones de vida.

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