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Mi Parashá – Génesis 9:18

Está claro que todos los nombres ofrecen una visión más profunda, no solo de las personas, sino también del contexto en el que ellas ejercen influencia. Por ello, al hablar de “שֵׁם” (Shem), “nombre”, con un valor gemátrico de 340 (ש=300, ם=40), de Cam (Cham), “calor” o “oscuro”, con un valor gemátrico de 48 (ח=8, ם=40), y de Jafet (Yafet), “hermoso” o “amplio”, con un valor de 490 (י=10, פ=80, ת=400), se nos habla incluso de nuestras futuras cualidades y características, esas que generacionalmente heredaremos de cada uno de los hijos de Noé, de los cuales nacieron las naciones que, con más subdivisiones y fronteras, enmarcan nuestras nacionalidades.

Nombres y genealogías que debemos releer más allá de los datos históricos, buscando ese significado simbólico y espiritual profundo, ya que Sem, Cam y Jafet representan diferentes aspectos de la humanidad y su desarrollo espiritual, siendo Sem el antepasado de los pueblos semitas, incluidos los hebreos; Cam, asociado con África y las tierras de Canaán; y Jafet, con las regiones de Europa y Asia.

Estos tres hijos de Noé simbolizan la diversidad de la humanidad que desciende de un origen común y el potencial de crecimiento espiritual en diferentes direcciones. Quizás por ello, Cam, como padre de Canaán, proyecta no solo una conexión directa con la tierra de Canaán, sino también con la narrativa bíblica, ya que su propio nombre prepara el terreno para las relaciones futuras entre los descendientes de Noé y el papel de Canaán en la historia de Israel, estableciendo así las bases para todos los eventos que seguirán, fruto de la maldición de Canaán.

Al revisar a través de ellos nuestras raíces y esas conexiones con el pasado, debemos atender ese registro de eventos como una fuente de sabiduría que guíe nuestro crecimiento espiritual, recordando que todos estamos conectados con un origen común y que nuestras diferencias deberían ser más bien una fuente de enriquecimiento espiritual.

Se trata de explorar nuestras propias raíces y herencia hasta ver cómo nuestras acciones y decisiones afectan a las generaciones pasadas y futuras, lo cual nos invita a vivir con una conciencia de la continuidad de la vida y a actuar de manera que honre nuestras conexiones con los demás y con lo divino.

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