Mi Kabbala – 8 Jeshván, 5784 – Lunes 23 de octubre del 2023
¿Obedecer?
El Texto de Textos nos revela en Deuteronomio 6:4, “Oye, Israel: Jehová nuestro Creador, Jehová uno es. 5 Y amarás a Jehová tu Creador de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. 6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”.
El concepto de Berajot ברכות, bendición nos lleva a entender que nuestra actitud desobediente no solo nos aleja del Creador, su guía, cuidado sino a la vez de nosotros mismos generándonos interrelaciones conflictivas que nos obligan a considerar leyes humanas para el castigo de nuestras faltas, cuando estamos llamados a corregirnos siendo guiados para ello de Su Palabra la misma que aunque reconoce nuestro libre albedrio también nuestra incapacidad para cogobernarnos proyectando con ello una serie de intenciones y deseos que confundimos con bendiciones terrenales sin serlo.
Algunas tradiciones aunque repiten constantemente rezos en pro de nuestra mejoría obvian esa visión de Deuteronomio en donde se nos llama a obedecerle con todo nuestro corazón y alma, asumiendo esos sus preceptos en todos nuestros actos, shemá, שְׁמַע, al oír de Su Palabra lo cual significa ser guiados por ella al colocarla en práctica o sea entender que no existe mayor bendición que el atenderle, asumiendo con Fe que todo lo que nos acontece en el día a día tiene que ver con nuestro crecimiento integral como sus hijos.
Al oír Su Palabra dejándonos guiar por esos preceptos evitamos el seguir siendo afectados por la desobediencia del Jardín del Edén, probando los frutos del Árbol de la Vida: nuestro Señor Jesucristo, el mismo que nos llama para que ya no nos escondamos como Adán y Eva al oír, vaishmeu, su voz, dejando de temer para confiar plenamente y amar lo que se traduce en obedecerle dejando de retroalimentarnos de esos frutos פֶּ֫רִי, que solamente llenan nuestro ser de mayor oscuridad, desorden y caos.
Está claro entonces que la desobediencia que produce miedo, yare, ירא, es contraria a la obediencia que produce temor reverencial, de respeto profundo, ello debido a que la primera sensación produce consecuencias caóticas que nos alejan mientras que la segunda nos da frutos de confianza y paz al sabernos alimentados y guiados por Su Luz, la misma que nos permite evitar el seguir siendo distraídos por alucinaciones mercantiles con las cuales solo seguimos ofendiéndole cada vez más al idolatrar todo tipo de cosas, personas y hasta situaciones, que poco o nada tienen que ver con su Deidad y su guía amorosa.
El profeta Elías אֵלִיָּהו, ēliyahū, temio que Jezabel le matase y por eso huyó, al punto que dejó de confiar plenamente en el Creador, lo cual nos invita como creyentes a no dejar de Oírle, o sea, a leer Su Palabra, orando por la guía del Espíritu Santo, quien por fe nos permite el cumplir con la invitación de nuestro Señor Jesucristo que significa amar a nuestros próximos, nuestras vidas pero sobre todo al Creador por sobre todas las cosas, mandato que debe ser nuestra principal acción cotidiana para con ella también corregir nuestras vidas y búsquedas, obedeciendo acercándonos a Su presencia sin importar que vivimos contaminándonos con los frutos del árbol del conocimiento del bien y del mal el cual solo alimenta nuestros deseos egocentricos.
El Texto de Textos nos revela en Juan 14:23, “le contestó Jesús: —El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en Él”.
Oremos para obedecerle y así demostrarle nuestro abnegado amor.