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MI Kabbala – Elul 19 – domingo 22 de septiembre del 2024

¿Yugo?

El Texto de Textos nos revela en Isaías 10:27, “Y sucederá en aquel día que la carga de Asiria será quitada de tus hombros y su yugo de tu cerviz, y el yugo será quebrado”.

El concepto de “yugo” nos lleva a suponer una carga, una que desafortunadamente muy pocos quieren llevar. Esto se debe quizás a que interpretamos algunos términos de manera sesgada y opuesta al modelo de pensamiento divino, alejándonos de percibir las analogías que, incluso a través de letras como Alef (א), nos hablan del buey y su fuerza. Este término lleva implícita esa visión suprema de liderazgo, la misma que probablemente le otorga a los signos lingüísticos hebreos un valor pictográfico. En este caso, Alef describe el yugo (עֹל, ‘ol), pero no como una carga en sentido negativo.

La tradición judía ortodoxa afirma que las letras del alfabeto poseen un valor especial que trasciende el significado convencional, proyectándonos hacia un vínculo con lo divino. La Cábala, o mística judía, es el área de estudio encargada de profundizar en el significado de cada signo lingüístico, atribuyendo números a las letras para que, a través de combinaciones y sumas, se puedan traducir los mensajes divinos desde una nueva perspectiva. Cada palabra y letra, como Alef, cuyo valor gemátrico es uno, nos sugiere la idea de lo eterno y nuestra aceptación de esa voluntad divina: נֶצַח (Netzaj), נ (Nun) = 50, צ (Tzadi) = 90, ח (Jet) = 8, (50 + 90 + 8 = 148).

Estas analogías nos enseñan que, al igual que el buey, simbolizado por esta letra y que está sujeto a un yugo, es decir, a la voluntad de su amo, אָדוֹן (Adón), para arar la tierra, nosotros, como hijos, debemos comportarnos aceptando el liderazgo divino. De manera similar, cuando el buey es viejo, enseña al más joven a su lado, evitando que se desvíe de los límites, acelere o desacelere el paso. Esta perspectiva nos dicta que no solo debemos seguir la voluntad de nuestro Creador, sino aprender a Su lado.

Todo nos alecciona, aunque a veces prefiramos no recibir lecciones. Esto nos llama a aceptar el dominio y la voluntad divina, someternos al Creador y comprometernos con las leyes espirituales. Es una responsabilidad y un esfuerzo consciente que nos eleva a través de los mandatos divinos, reconectándonos con Él. Estos conceptos también nos hablan del equilibrio entre las fuerzas opuestas del juicio (Guevurá) y la misericordia (Jesed), alineando nuestras cargas en este mundo, nuestra casa (bet, ב), donde cohabitamos durante nuestro proceso de crecimiento.

La tarea diaria de atender Sus revelaciones nos llama a decodificar cada uno de estos signos lingüísticos, logrando interiorizar sus mensajes para vivir conforme a Su sabiduría y no a nuestros propios conocimientos. Debemos entender que esa sabiduría está inscrita en nuestra conciencia y que, a través de la oración y la guía del Espíritu Santo, podemos aclarar nuestro entendimiento, iluminando nuestras mentes con Su Haz de Luz. De este modo, discernimos mejor al sabernos nutridos en nuestras búsquedas diarias por Él, a través de Su Palabra, que nos permite, como mayordomos de Su obra, asumir ese yugo y darle a nuestras dudas una verdadera orientación (hajvaná, הַכוָּנָה).

El Texto de Textos nos revela en Mateo 11:29, “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.

Oremos para asumir con alegría el yugo que significa que Él nos lidere y guie.

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