Back

Mi Kabbala – Elul 28 – martes 1 de octubre del 2024.

¿Rebaño?

El Texto de Textos nos revela en Habacuc 3:19, “Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”.

La ciencia nos dice que por cada acción hay una reacción igual u opuesta, es decir, que por cada causa hay un efecto. Esto, en el mundo físico en el que cohabitamos, nos indica que en ese intervalo de tiempo, זְמַן (zman), entre la acción y su resultado, se presenta toda una cadena de hechos que reconocemos secuencialmente por sus interacciones. Esta temporalidad contiene un principio y un final, donde sumamos experiencias e imágenes que afectan no solo nuestras interpretaciones de la vida, sino también las de nuestro entorno, siendo necesario que evaluemos muy bien el “antes de”.

Como ovejas (כִּבְשָׂה, kivsá) de Su rebaño, debemos acogernos a Su guía, pero no lo hacemos, y con ello entramos en esos tiempos en los que coexistimos con los efectos de nuestra desarmonía. En estos, incluso lo bueno tiene un efecto de recompensa, mientras que nuestro desobediente mal conlleva un castigo. Aunque nuestro buen pastor es misericordioso, su misma creación está sujeta a unas leyes que determinan que nuestras elecciones, a través de esa temporalidad, nos afecten y, por ende, nos perjudiquen. Aquellos que asumen estos eventos como casuales se convierten en víctimas de sus propias intenciones egoístas.

La rotación (סיבוב, sibuv) de este mundo nos indica, con sus ciclos, un regreso a la causa original, lo que nos lleva a comprender que coexistimos en ciclos. Por lo tanto, esos desagradables efectos de los que nos quejamos no son más que el fruto de nuestras intenciones, deseos, palabras, emociones, interacciones, interrelaciones y omisiones. Así que, al final, en la eternidad, nos encontraremos cara a cara con todos esos archivos de nuestra memoria que nos juzgarán o premiarán. Este es un llamado a actuar con la satisfacción de sabernos seres fraternales y serviciales que buscan la corrección divina permanente.

Como parte de este rebaño humano, Él nos guía para que esas acciones tengan un final a Su lado, en Su redil. La oración es la mejor forma de clamarle para que esas cuatro letras, YHWH, se movilicen desde nuestras bocas, y, gracias a la fe en nuestro Señor Jesucristo, Sumo Sacerdote, nos llenemos de Su amor, y este nos permita reconocerle como nuestro Edonay o Adonai, Señor o Amo. Esta palabra, escrita en plural mayestático, significa que Él es nuestro Señor de Señores, nuestro gran amor, nuestro HaShem (השם).

Quienes no quieren llamarle Padre o Abba, sino Elohim (אֱלֹהִים), palabra que aparece en el Antiguo Testamento, especialmente en los salmos elohísticos, y que es una especie de plural unido a un singular que significa “El Dios fuerte y poderoso”, también pueden hacerlo. Estas manifestaciones solo nos llaman a amarle, reconociendo que Él es nuestro Yo Soy, nuestro Guía, quien tiene la autoridad y a quien le entregamos nuestra voluntad y todo lo que somos y hacemos, para que nuestras acciones y sus efectos nos permitan coexistir armónicamente conforme a sus preceptos y mandatos.

El Texto de Textos nos revela en Hechos 16:17, “esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. 18 Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora”.

Oremos para que nuestra mente sea iluminada por Su amor.

Leave A Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *